viernes, 13 de febrero de 2015

A carcajadas


            Andaba aquí trajinando con el texto que os iba a mandar esta semana. Algo tranquilo para compensar las rajadas que se me han colado en los últimos tiempos, pero ha sido imposible. He cogido el teclado y casi lo reviento contra la mesa, leyendo las noticias de los últimos días; y con el colmillo revirado que la prosa me ha otorgado, me he tirado a morder con saña, en plan perro viejo y sarnoso. Con más calle de la debida.

            En realidad, la gente que me conocéis desde hace tiempo sabéis que soy un tipo tranquilo que a veces se exalta con ciertos detalles que considera injustos. Normalmente se relacionan con la insana costumbre que tienen ciertos vertederos existenciales con forma humana de querer pisarle el cuello al vecino. Unas veces es para sacarles hasta las muelas sin que rechisten demasiado, en plan monto una crisis económica, reviento las condiciones laborales de los trabajadores y me quedo con todo tipo de beneficios económicos que hayan acumulado con los años. Y les cobro por los sociales. Otras veces, más complicadas de ver pero con iguales efectos para el hígado de quien lo sufre, deriva de la simple necesidad enferma de sacudir hostias para demostrar quién manda aquí, en este patio de vecinas que alguien llamó España. En definitiva, por la mala costumbre que tienen ciertos cabrones de querer demostrar su más absoluta ignorancia al respecto de lo que supone pertenecer a la raza humana.

            Así que me llegan por el aire, en forma de impulsos electromagnéticos, un par de noticias. La primera de ellas, el twitter de la Cospe congraciándose con los enfermos de cáncer en el día Mundial de la enfermedad, y la sabia respuesta (y a lo mejor delictiva, por lo de las nuevas leyes peperas) de cierto anónimo recordándola el cierre de la planta de oncología infantil del hospital de Toledo. Medida que puede ser muy eficiente desde un punto de vista económico, pero para los padres es todo un rejonazo en la nuca. Y antes de que nadie me salte al cuello sobre si es cierto o no lo del cierre, o incluso conveniente para la colectividad manchega, diré que la reacción de estos últimos me ofrece más credibilidad que la ampulosa prepotencia con que los responsables políticos pretendieron salir del paso. Y hasta ahí puedo leer. Por aquello de las leyes.

            Otra de las pomposas gracias con las que han querido engalanarme la semana han sido las declaraciones de la lideresa del PP madrileño. Sí, sí, otra de esas grandes señoras que no saben lo que sucede en su propia casa, como la infanta. En este caso, hablamos de la casa política, con toda la Comunidad Autónoma puesta de largo con la trama Gurtel y ella escaqueándose justo antes de que saltara la liebre. Y dando lecciones a los que se han quedado de cómo hay que hacer las cosas. No es que Mariano me caiga mejor que ella, ojo. También hay que echarle huevos de que te pillen con lo de “Luis, se fuerte”, y no se te tuerza el gesto cuando sales en una pantalla de plasma sin derecho a preguntas para explicar el porqué se te fue el dedo al mandar el mensaje.

            La cuestión. Las declaraciones echando un “poquito” la bronca, así como hace ella, con gracia y salero, a empresas privadas de comunicación por dar cancha a los desarrapados perroflautas de PODEMOS, partido al que acusan de todo lo que pueden en cuanto se descuidan. Entre otras cosas, al margen de llevar el pelo largo, lo hacen por prometer cosas que luego no van a poder cumplir. Yo, cada vez que les oigo con esta carraca, es que me disloco la quinta lumbar a carcajadas. Deporte nacional, lo de incumplir promesas…

            No sé, con el panorama que me ponen sobre el tapete se me quitan las ganas de explicaros historias económicas, como aquella de los bancos que consiguieron que les pagáramos sus deudas a escote. O la de aportar cifras y hechos medianamente objetivos con que respaldar mis afirmaciones. También la de la demostración econométrica derivada de la teoría de los ciclos presupuestarios de cómo unas elecciones a la vista afecta a la planificación de los Presupuestos Generales del Estado. El espectáculo bochornoso que nos ofrece la clase casposa y beligerante de nuestro país hace que cualquier razonamiento sea baldío ante la demostración palmaria y flagrante de que nos toman el pelo y se lo ríen en sus juntas generales. Esa clase política adocenada en sus escaños y representada por ese partido conservador para sus derechos y propiedades y esquilmador de los ajenos –hoy les ha tocado a ellos–, y por una socialdemocracia desfigurada por sus escarceos teoricoprácticos con los poderes fácticos –culo hacia la luna sobre marcha militar–. No me venga nadie, cuando lleguen las elecciones, a contarme sobre el tema del voto útil, los partidos responsables que no hacen aspavientos raros o lo de que es una ínfima minoría los que se ven afectados por los casos de corrupción. Si alguno se salvara de la necesaria quema –metafórica, putas leyes–, no sería de las direcciones de tales familias que, como poco, miraban hacia el tendido cuando llegaban los beneficios de negocios poco controlados y mantenían en el cargo a los matones. No voy a olvidar que las promesas electorales son el aspaviento más usado, caricias electorales que se vuelven tortazos administrativos cuando toca cumplirlos, independientemente de la bocaza que las escupiese. Y ojito con tocarme el voto, porque aunque hay quien me diga que esto no vale de nada, después de tanto tocamiento innoble en las partes bajas, es la única herramienta efectiva y real que me han dejado para decirles que se pueden ir a tomar por el culo. 

Alberto Martínez Urueña 10-02-2015

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