viernes, 20 de enero de 2012

Intermediarios

Algo está sucediendo en la sociedad. Hay una aparente revolución que está haciendo cambiar las cosas; no sé si a mejor o a peor, eso dependerá de la percepción que tenga cada uno, pero los criterios preestablecidos se están tambaleando, los estamentos oficiales se ven amenazados y está sucediendo y arrastrándolo todo como un auténtico tsunami. Empezó hace ya tiempo, no se sabe cuándo; puede que simplemente sea la lógica evolución del ser humano, pero este crecimiento no es lineal, sino que va a saltos. Hoy es un día crucial para el futuro.
Hace más o menos veinte o veinticinco años que se popularizó de manera masiva la electrónica y la informática, y los procesos de información adquirieron una velocidad que se incrementó de manera exponencial hasta un punto en el que hoy en día el problema no es la falta de información sino la forma de gestionar la inmensa cantidad a la que tenemos acceso. Por aquellos años, Sony entre otros, sacó los primeros discos compactos y además, las primeras grabadoras; al mismo tiempo, Sony es una de las principales distribuidoras audiovisuales del mundo. En su propio seno se creo el conflicto de que con uno de sus instrumentos se perjudica por las copias-pirata al otro. La popularización y masificación, con la consiguiente bajada de precio y popularización de estos sistemas, junto con la revolución subsiguiente que trajo Internet ha provocado que para solucionar este problema no se conoce una solución aceptable, pues el retroceso y eliminación de una de esas tecnologías (de todo lo que ello conlleva, no sólo de ellas en concreto) es algo que, al menos hoy en día, nadie se plantea.
Tal y como veo la realidad actual, hay algo que sobra, que es innecesario a ojos vista, y éstos son los intermediarios. Si bien es cierto que hay cierto tipo de mercancías que, por su propia naturaleza física, son necesariamente transportadas en el espacio, como pueda ser el pescado que se captura en la costa hacia las ciudades del interior, hay otro tipo de mercancías que ya no necesitan un soporte físico que sea conducido de los centros de producción a los centros de consumo. Por su propia naturaleza, igualmente, todo tipo de información es susceptible de ser incluida en este conjunto.
Hoy en día nadie se plantea, como hacíamos antes, comprar una enciclopedia Espasa de veintiún tomos que necesita ser actualizada periódicamente. Entras en Internet y consultas una de las múltiples opciones que te ofrece, tanto de pago como pueda ser una base de datos de Aranzadi como una libre que sería Wikipedia. Todas las enciclopedias y diccionarios que pudieras tener en casa, hoy ocupan una ínfima parte de una memoria que te cabe en un rincón del bolsillo. Hay intermediarios que sobran, es evidente, y esa liberación de fondos que supondría podría utilizarse para otros fines más actuales, pero eso es otra historia. Una de las clases de intermediarios que existen son los políticos, y me explico.
En cada uno de los campos del conocimiento, como son la Economía, la Sociología, el Derecho y otros más, existen teorías diversas aplicables a la sociedad en su conjunto. Los políticos no paren las ideas que luego aplican a través de Leyes y Decretos; antes bien, actúan a modo de intermediarios entre los realmente expertos como puedan ser Catedráticos de Universidad, digiriendo la información y aplicándola a los casos concretos que surgen en la trayectoria temporal de un país como el nuestro. Sin embargo, es bien sabido que el incremento de intermediaciones produce distorsiones; o sino que se lo pregunten a los agricultores de la patata, comparando lo que les pagan a ellos por el kilo de producto con lo que pagamos nosotros en la tienda. En la política también hay esas distorsiones, básicamente dos:
En primer lugar, la información meramente técnica ha de ser pasada por el filtro de ganar unas elecciones, y para este objetivo se aplican técnicas de marketing de ventas, usado básicamente para engañar a las personas, transfigurando aquello que es con aquello que debiera ser para ser deseado por la masa, maquillándolo de acuerdo a las necesidades.
En segundo lugar, los objetivos de un partido político no son solucionar los problemas del país, sino la maximización de sus votos, lo que les lleva a averiguar qué es lo que realmente pueden hacer para atraer la gente a sus ideas. Exactamente igual que hace Telecinco para que enciendas el televisor y veas Gran Hermano.
De aquí deduzco que las soluciones reales y prácticas que podrían aplicarse son totalmente desconocidas por la mayoría de nosotros, pues utilizamos estos intermediarios, los políticos, para que sean ellos los que se informen de las opciones y después las apliquen. Ahora bien, después de lo dicho, ¿quién puede fiarse de que sea éste el objetivo que realmente tienen? Es decir, ¿qué nos hace pensar que realmente harán caso a ningún experto, en lugar de vender humo para cumplir su objetivo último que es llegar al Gobierno? ¿Realmente alguien cree, las pocas veces que lo hacen, que las soluciones que nos ofrecen son coherentes, reales y fiables, ajustadas a lo que un experto propondría? En una situación como la que estamos, personalmente lo dudo mucho.


Alberto Martínez Urueña 20-01-2012

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