¿Cuál es el
problema de mirar más allá de la actualidad política? Sinceramente. Todos. La
actualidad política hoy en día es más sencilla de observar. Tienes una narrativa
oficial, con argumentos racionales a los que te puedes adherir sin miedo a que
la incoherencia te sorprenda en mitad de una conversación o un hilo de alguna
red social. Tienes dos bandos más o menos definidos, buenos y malos, con los
juicios de intenciones muy bien construidos, desde un par de perspectivas,
según quieras elegir el bando que más te plazca. Además, tienes todos los
personajes necesarios: tienes al héroe, capaz de mantener el tono y el gesto
cuando los enemigos asedian su bastión; el villano sin escrúpulos, de
motivaciones claras, no siempre inmorales, ojo, pero capaz de llevar a cabo
cualquier actuación para conseguir el poder, porque, para él, el fin justifica
los medios; también está el villano estúpido y gracioso al que ves venir sin
problemas y al que es fácil odiar y golpear; tienes incluso al antihéroe, ese
personaje que es capaz de romper todos los moldes y las convenciones sociales
que para lo único que sirven es para encorsetarle en su cruzada en donde, casi
sin pretenderlo –porque no puede pretender ser bueno– obtiene resultados
asombrosamente buenos. Fijarse en la política hoy en día es sencillo, porque la
han convertido en un parque de atracciones para niños, con mensajes para niños,
todo con un guion de una película de superhéroes. Es fácil estar a favor o en
contra de alguien de manera irracional, despreocupado además de la reactividad
que provoca, porque es razonable, e incluso heroico, luchar contra el Mal
Absoluto y erradicarlo hasta la extinción. No necesitamos principios morales
con los que juzgar las acciones de nuestro bando: necesitamos certezas para no
bajarnos del barco, pase lo que pase, porque, en la lucha contra el Mal
Absoluto, no se requiere de principios, se requiere de convicciones. No os
preguntéis cómo hemos podido llegar a este estado de cosas. Nos hemos dejado.
Podemos
preguntarnos cómo, pero es más que evidente. Igual que las grandes
superproducciones cinematográficas, no basta con un guion y una labor mejor o
peor de los artesanos –o de los peones de la fábrica–; necesitamos también
atraer la atención del público con buenas campañas de mercadotecnia, evitando
en la medida de lo posible que el potencial espectador se disperse en otras
direcciones y encuentre otras luces parpadeantes y brillantes que le puedan
llegar a hipnotizar. Hoy en día, la política es una mala película de héroes y
villanos, y lo es así porque es el producto que el consumidor demanda. Hemos
pasado, de ser ciudadanos, a ser consumidores.
A raíz del último
texto que mandé, visiblemente cabreado y contrario a todo lo que tenga que ver
con perdonar a personas que delinquen a sabiendas y que no se arrepienten, y
menos cuando son ellos los que redactan el perdón, un buen amigo me preguntó,
visto esto, cuáles eran mis preferencias políticas en este momento. Entiendo la
pregunta, pero la visualizo considerando lo anterior, y entiendo el desconcierto
cuando no me posiciono en términos de buenos y malos, en términos de dos bandos
irreconciliables. Si estoy en contra de la amnistía, entonces tendré que
posicionarme a favor del amigo de narcos y del nostálgico de dictadores. Si no
me incluyo en el bando del amigo del narco y del nostálgico de dictadores es
que estoy favoreciendo la adopción de medidas que considero injustas. Soy
cómplice. Defraudo las expectativas. Y, parece ser, no hay nada peor que la
soledad de no pertenecer a un grupo.
Digo esto con
enorme cariño hacia este amigo porque sé que él no es así y, además, porque ha
permitido la gestación de este razonamiento que no espero sea compartido,
porque parece muy conspiranoico, pero para nada. No deja de ser la pretensión,
siempre manifestada, e indudablemente alabada del hipercapitalismo en que
vivimos: vender un producto y que la gente lo compre.
Es mucho mejor
fijarte en la política actual. No exige nada. Es como ponerte delante del
televisor a no hacer nada. Como gritar al árbitro desde el sofá, aunque alguien
al lado tuyo te mire como si fueras un enfermo porque no te das cuenta de que
no te oye. Si no te fijas en la política actual de andar por casa, quizá
levantes la vista y te des cuenta de que en los últimos meses hemos pasado el
invierno más cálido jamás registrado. Que la guerra sigue, en algún sitio, y
seguimos en connivencia con el agresor porque no somos capaces de reducir
nuestro bienestar y comprarle menos de todo. Que se están muriendo miles de
niños, unos por las bombas y otros por el hambre, pero en esos lugares el
paraguas de la libertad y la democracia no llega, porque el derecho a la libre
determinación de los pueblos nos impide intervenir de manera oficial, aunque
sea la ONU la que lo haga. Siempre que no haya petróleo, claro. O se trate de
una ruta comercial. En ese caso, por supuesto.
Quizá levantes la
vista y veas un par de genocidios, o tres, y se te hiele la sangre. Literal o
figuradamente, vete a saber. Así que gracias, políticos, por el
entretenimiento. Sois la herramienta fácil de un statu quo perpetuándose a sí
mismo.
Alberto Martínez Urueña 14-03-2024
PD: para el que le
interese, sigo en contra de la amnistía, y Abalos debería dejar de hacer el
ridículo y marcharse a su casa, que si no era capaz de controlar a Koldo, no
nos vale como líder público. A expensas de que pueda llegar a ser parte
judicializada del latrocinio…