Os pongo un
par de frases para reflexionar un momentito y ahora vuelvo:
"Nos
estamos acostumbrando al estrés y lentamente nos mata".
"El 70%
de las enfermedades están relacionadas con el estrés y si no lo están, las agrava.
El estrés es cinco veces más perjudicial que el alcohol o el tabaco".
Como punto de
inflexión para iniciar un artículo de estos que os suelo mandar no está nada
mal, ¿verdad? Ahora, que levante la mano quien piense que sí, que vive estresado,
pero que es lo normal, que las exigencias del día a día son inevitables, y la
única opción que nos queda consiste en llegar al final de cada jornada a punto
de cometer algún asesinato, sin fuerzas más que para consumir alguna mierda
televisiva de esas que nos arrojan desde los grandes estudios y luego meterse
en la cama para no ser capaz de conciliar más que tres o cuatro horas de sueño
inservible.
¿Qué nos ha
pasado? El ser humano se pasó los siglos intentando encontrar un mínimo de
seguridad y algo de tiempo libre para poder disfrutarlo, y cuando lo tuvimos,
lo rellenamos de nuevas obligaciones. Hay tres opciones hoy en día: la primera
sería la del curro que empieza a las ocho de la mañana y no sabes cuándo acaba.
Su justificación se basa en la ambición personal, en la mejora social y
económica, y, si los tienes, en ofrecer un futuro mejor a tus hijos. Conozco
gente para la que el trabajo se ha convertido en una huida hacia delante a
pesar de las señales de advertencia que pueblan el camino.
La segunda
opción es la del que no tiene más remedio que coger lo que le toca, aceptando un
salario de mierda que no le da más que para sobrevivir. El número de horas y su
estabilidad es aleatorio, y que te las paguen todas, un privilegio. Vives
reventado en el curro y cuando sales, vives reventado haciendo números. Como
para no estar estresado…
La tercera
opción: un trabajo que te permite vivir con más o menos holgura y que te da
para tener unas horas libres. Ojo, con este tampoco se sale ganando porque,
aunque los de las otras dos categorías no lo entiendan, se ha convertido en un
enemigo: primero, el curro es fuente de disgusto, y segundo, esas horas libres
se convierten en un no parar frenético de tener que aprovechar el más mínimo
espacio que nos queda del calendario. Como sea y al precio que sea.
¿Veis el
problema? En todos ellos salimos perdiendo. Si las dos frases, más todo el
estudio que hay por detrás, son ciertos, al ser humano tal y como lo conocemos
están a punto de saltársele las costuras. No hago más que escuchar a izquierda
y derecha –esta vez no va de política– que hay que aprovechar la vida, pero ese
aprovechar la vida supone salir de un trabajo que te exprime a unas
obligaciones que te sacan el poco jugo que te queda para llegar a unas
miserables horas de pseudoocio, normalmente marcado por algún tipo de
comportamiento adictivo y dañino. El resultado nos lleva a que la cabeza está tan
enloquecida que es incapaz ni tan siquiera a veces de dormirse. Y esto es más
que evidente cuando tenemos en cuenta que el consumo de medicamentos destinados
a paliar los efectos del estrés –el estrés malo, hay de dos tipos– se ha
triplicado en poco tiempo: en lugar de buscar la causa del problema y
solucionarla, los enfermos de este tremebundo mal se autoconvencen de que son víctimas
incapaces de solventarlo y con la única opción de matar los síntomas a base de
drogas.
Por supuesto
que todo esto suena catastrofista, y muchos de vosotros estaréis pensando que
sólo es un mensaje carente de criterio. Pudiera ser, pero vamos añadir a esto
los estudios sobre estrés infantil. Los niños, esas personitas inocentes y moldeables,
lo sufren a través de sus padres: ya sabes, después de ese curro que te pone de
los nervios, habiendo atendido a mil obligaciones cuando sales, de un lado para
otro, llegas a casa con el estado de ánimo licuándote las tripas y eso, los
niños, lo notan nada más verte el careto. Les da miedo. Sin contar, por
supuesto, lo de las extraescolares. Lo que les pasa a los adultos, eso de no
poder dejar tiempo a no hacer nada, lo de tener que ocupar cada segundo del
horario, pues para ellos, con la particularidad de que sus capacidades de
atención y concentración son menores. Ala!, el niño corriendo de acá para allá,
al deporte de equipo que le forma, a las clases de inglés porque son
fundamentales, por supuesto la música que le convertirá en un ser empático y le
despertará la meninge izquierda… Y a las ocho de la tarde, corriendo a casa
para hacer los deberes del colegio. Sé lo que estáis pensando: el mundo de hoy
en día no te da margen, hay que convertirles en seres supereficientes y
preparados para que el día de mañana sepan desenvolverse en un entorno hostil
que convertirá su vida en esa mierda que tú hoy eres incapaz de manejar sin
tener que justificar como normal tener reacciones propias de la niña del
exorcista.
Ahora, una
vez que todo esto te ha parecido una gilipollez y una llamada de atención sin
sentido, plantéate la vida como si las frases del principio fueran de verdad.
Es decir, que te estás jodiendo la vida para no vivirla, y además, estás
convirtiendo a tus vástagos, si les tienes, en seres humanos enfermos desde la
misma infancia. A mí, personalmente, la perspectiva no me gusta un pelo.
Alberto Martínez Urueña
11-12-2018
PD.: Para los
que quieran saber de qué va el rollo, buscad en internet al doctor Víctor Vidal
Lacosta, médico del Trabajo e inspector de la Seguridad Social. Hay muchas más
sorpresas en sus estudios.