Reconozco que
algunas veces la retroalimentación con vosotros me deja un poco perplejo,
aunque los que nos movemos por determinados foros, sobre todo los que tratan
sobre política y economía, estamos acostumbrados a ver cómo las opiniones se
pueden sacar de contexto y hacer una buena degollina con el resultado.
Por todo esto,
a veces no queda más remedio que puntualizar determinadas cuestiones. En primer
lugar, cuando se habla de economía en los medios de comunicación se me cierran
los oídos: es todo una vulgar manipulación de lo que algún experto dijo,
retorcido a conciencia para intentar engañar a los posibles votantes. Los
políticos y periodistas afines a los partidos ni entienden de economía ni lo
pretenden: sus objetivos son otros, más serviles con el poder económico que les
mantiene en sus puestos. Prefiero leer a los catedráticos y a los nóbeles que,
a pesar de no ponerse de acuerdo, pueden argumentar con toda seriedad sus
comentarios y no suelen pretender metérnosla doblada para robarnos las nóminas y
entregárselas a sus jefes, los accionistas. Ya si hablamos del matrimonio
tácito PPSOE, me pongo enfermo. Se me sube la mala hostia y comienzo a verlo
todo de color rojo, me congestiono y el único razonamiento que me sirve es ver
lo que han ido haciendo durante todos estos años. Y con eso me vale para
mandarles a tomar por el culo.
Otra cosa
distinta es cuando salen a la palestra otros grupos políticos novedosos como el
de Rosa Díez, el de Juan López de Uralde y Rosa Martínez, el de Albert Rivera,
el Partido X donde milita Falciani, y también, porque está dentro de este
grupo, el de Pablo Iglesias.
Con estos nuevos
partidos, antes de ponerme a vociferar en contra suya, intento ir a la fuente
de donde sacan sus ideas, me leo sus programas, analizo sus propuestas y
entresaco conclusiones. Y por supuesto, no me creo lo que dicen de ellos El
País o El Mundo; y ni mucho menos, La Razón, ABC, TV 13, Intereconomía o
Telemadrid. Y los medios de comunicación a los que no mencione, no se salvan de
esta medida, antes de que nadie pueda argumentar que tengo favoritismos. De
hecho, los más representativos llevan toda la legislatura preocupándose de
envenenar todo lo que no salga de los partidos tradicionales, dedicándose con
pertinaz contumacia en darnos escusas para seguir votando a los mismos caciques
que llevan sojuzgando al ciudadano español desde antes de que Cervantes los
describiera en su Quijote.
El tema de
PODEMOS es algo que merece una mención aparte por la repercusión mediática que
ha alcanzado, por su relevancia en todas las encuestas publicadas y, sobre
todo, porque me lo mencionáis tantas veces que ya voy a empezar a pensar que no
me leéis nada de lo que escribo.
De los nuevos
partidos surgidos de la crisis –TODOS los que he mencionado, y TAMBIÉN los que
me faltan–, lo que me gusta, sobre todo, es que quieren darle una buena patada en
el velo del paladar a todos los hijos de puta que nos llevan robando durante
estos cuarenta años de democracia. Otros muchos más, durante la época franquista,
ya que no podemos olvidar que algunos de los partidos que campan a sus anchas
en el hemiciclo tienen sus orígenes en los dirigentes del régimen, son
financiados por sus descendientes y por las fortunas que se amasaron gracias al
golpe de Estado del treinta y seis y añoran con nostalgia tiempos mejores.
De los nuevos
partidos, me gustan algunas de sus ideas, no todas, pero creo que recuperar la
utopía política es un deber obligatorio en este tiempo de pragmatismo mercantil
y de sumisión al poder de los mercados. Más allá de esto, soy economista,
licenciado por la Universidad de Valladolid y tengo el suficiente capote teórico
como para saber, por ejemplo, que una economía como la que dicen los medios de comunicación hostiles que plantea Pablo
Iglesias no tiene futuro. Otra cosa distinta es leerte a Vicenç Navarro –su
curriculum está en Internet– y el programa económico estructurado que plantea.
También puedo leerme el programa económico de Ciudadanos que,
independientemente del origen territorial del partido, lo ha hecho un paisano,
Luis Garicano, otro con un curriculum sensacional, y no por ello tengo que ser
tachado de centralista, conservador o lo que le digan a los de Albert Rivera
¿No queréis
que hable bien de otros nuevos partidos políticos? En primer lugar, no recuerdo
haber hecho o dicho ni una sola proclama a favor de ninguno de ellos en
concreto, ni tampoco haber intentado convenceros de que les votéis. En segundo
lugar, cuando hago algún tipo de afirmación, ya sea a favor o en contra de algo
o alguien, lo argumento, aunque a lo mejor la conclusión devengue en un insulto
–justificado según definición de la RAE–. En tercer lugar, argumentar que proponen
cosas imposibles es meterlos en el mismo saco que a sociatas y peperos, con la
diferencia de que los nuevos todavía no las han incumplido. Y en cuarto lugar,
cuando incluyo a alguien en mi lista de contactos, siempre digo que no hay
obligación de leerme, que me lo digáis y os saco del reparto, o que me
incluyáis en vuestra lista de spam, porque yo en mi columna, como en la vida,
hablo de lo que me sale de los huevos.
Alberto Martínez Urueña 26-02-2015