miércoles, 3 de octubre de 2012

Enemigos II


            Hace un tiempo, en concreto el quince de Diciembre de dos mil nueve, escribí un artículo titulado “Enemigos”. Planteaba lo complicado que resulta en esta democracia en que vivimos, coaligada con un sistema económico procaz e inhumano que diluye las responsabilidades personales en un plasma amorfo que deviene en un “haz lo que quieras siempre que no conozcas al que estás jodiendo”. Os invito a releerlo cuando queráis en la columna que tengo en Internet, entre otras cosas porque la lógica intrínseca al texto me parece realmente sólida y digna de ser pensada.
            Al margen de publicitarme, cosa que no me importa reconocer, también tengo más cuestiones pendientes al respecto, y que hoy están de máxima actualidad debido a los crecientes desacuerdos sociales y los disturbios que estos han provocado. Inevitables son en este caso, las consiguientes declaraciones de responsables de uno u otro palo, dejando bastante maltrechos a algunos, como por ejemplo la autoproclamación de la delegada del Gobierno como próxima nominada en la esfera política. Argumenta, en pro del orden público, limitar el derecho constitucional de manifestación, alegando las molestias para la vida cotidiana que generan en ciertas ciudades. Todavía hay a quien le cuesta entender que una manifestación que no molesta, así como una huelga que no causa perjuicios no tiene el más mínimo sentido. Mis más fervorosos aplausos a mineros, transportistas o controladores aéreos que han demostrado la efectividad de ciertas protestas en los últimos años.
            La cuestión que me ocupa son las revueltas acaecidas en Madrid estos últimos días de Septiembre. Gracias a Dios, tengo varios amigos a los que aprecio que, o bien forman parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, o de alguna otra Administración, y puedo comprender también su postura. Así mismo, además son funcionetis de estos como yo a los que nos han robado la paga extra con alevosía y mucha desvergüenza, a base de decretazo que prefiere suprimir servicios públicos y no cargos políticos. Ya me explicarán luego qué pretenden gestionar con esos políticos puestos a dedo, cuando el Estado del Bienestar suponga la mitad de lo que se había conseguido. Eso sí, seguro que ellos siempre serán imprescindibles en su puesto.
            En todo caso, las manifestaciones han dejado imágenes para la posteridad en las que unos ciudadanos se enfrentaban contra otros, unos sacudiendo la mayoría de las hostias, por cierto, y no de las de monseñor Varela, si no dirigidas al cuerpo, y no tanto a la dignidad humana. En toda esta escalada de recortes, latrocinios y desmanes, la crispación, o si lo preferís, la mala baba del ciudadano ha ido incrementándose exponencialmente tanto en número de afectados como en la graduación de esa baba. Y claro, de tanto apretar los cojones, al final hay alguno que dice que se le están hinchando más allá de lo que es humanamente soportable. Curiosamente, suelen ser los que ya al inicio de la crisis, salvando excepciones, hacían equilibrismos con la renta mensual, como las capas más bajas de la sociedad, las familias jóvenes con niños a cargo, los pensionistas… De momento, en todo esto de los recortes no he visto a los niños de las juventudes del pepé, todos bien vestidos con su cocodrilo y su melena de maricón a lo Jennifer Aniston (las melenas de mis épocas eran otra cosa, por cierto, y algo más perseguidas por aquellos a los que ahora les parece supercool llevar “greñas”).
            La maniobra política durante toda esta época de zarandeo económico gratuito (nadie lo ha pedido, aunque lo pague) ha sido ir eludiendo las culpas a unos sectores o a otros, con aquello de los que han vivido por encima de sus posibilidades, después los funcionarios que esquilman las arcas públicas, luego unos señores llamados mercados que son buenos si acaso me interesa, el fontanero que dice aquello de “con IVA o sin IVA”… Y la última etapa de todo esto ya la estamos viendo con aquello de que decir “que no nos representan” es similar a lo de Tejero (palabras del niño de Rajoy) y así poner la excusa para hacer que los azules se engrisezcan  peligrosamente. Una jugada más para enfrentar a ciudadanos entre sí, todos ellos más cabreados que un miura en Las Ventas, y ellos seguir saliendo guapos en las fotos de portadas matinales.
            Pues mira, va a ser que aquí hay uno que dice que no. Creo en la política, además de por la propia definición que viene de un vocablo y una costumbre griegos (no todo lo que viene de allí es malo), porque además he visto que hay en sitios donde parece que funciona algo mejor. Me niego a creer que mis vecinos son los responsables de que estemos hasta el cuello, por mucho veneno dialéctico que se gasten en el hemiciclo de San Jerónimo y conchabados unos con otros en el trinque. Quizá sea verdad eso de que no podemos hacer un carajo por cambiar nada, pero al menos yo me quedo más tranquilo cuando les doy un par de latigazos verbales, aunque no les llegue. Desde luego, animo a todos a hacer este mismo ejercicio de catarsis que, ya que no es muy lícito, aparte de higiénico, ir a hacer nuestras necesidades a la puerta del Congreso, por lo menos que nos quede el mentarles a la madre que les parió. Incluso en frases algo escatológicas. Eso sí, desde lejos, para que cuando vuelvan a llover las hostias entre conciudadanos, no pongan de excusa que les tocaron una valla.

Alberto Martínez Urueña 2-10-2012

Por la muestra se conoce el paño


            Ha pasado poco tiempo del último texto, y no es que ahora vaya a recobrar las semanas perdidas, pero tengo algo que deciros, que se me ha ocurrido escuchando las noticias, claro. Con todo esto de la Economía, el procedimiento europeo de déficit excesivo, las primeramente llamadas reformas que por fin se atreven a llamar recortes, incluido el propio gobierno y sin haber visto ni un solo atisbo de auténticas reformas estructurales, podemos estar hablando de este tema todo lo que queramos.
            Hace tiempo que algunas personas, entre las que me incluyo, recordamos que la economía, entre otras, trata de la asignación de recursos escasos que tienen usos alternativos. Es decir, si tienes cuatro cosas para comprar que cuestan doscientos, pero sólo tienes cien, estas condenado a elegir entre las cuatro. Hay una parte de esta ciencia que intenta explicar los mecanismos de tales elecciones, como son las distintas teorías sobre la utilidad o satisfacción que reportan los bienes y cómo deciden los consumidores entre unos y otros. No hace falta ser un premio Nobel para entender que elegiremos aquellos que más nos gusten, que más se ajusten a nuestras preferencias o los que sean afines a nuestros intereses.
            ¿De qué va todo esto? Muy sencillo: de estas dos cuestiones podemos deducir que la economía trata sobre cuáles son las elecciones a realizar, e implícito en esto, es que siempre hay elección. Pretendo, como es obvio, desmontar de un plumazo el falaz argumento que esgrime el Gobierno diciendo que los recortes que están aplicando son los únicos que se pueden realizar. Lo que el Ejecutivo no quiere que se diga es la segunda parte del silogismo, que hay otras opciones; y además que, ante distintas elecciones, elegimos aquellas que se acercan a nuestros intereses afines, a las preferencias que ostentamos, en este caso a las preferencias sociales con que pretendemos (o más bien pretenden) construir nuestra sociedad.
            Por poner un par de ejemplos muy sencillos, de los que casi no se oyen en las noticias, pero que explican en un momentito esto de lo que estoy hablando; y antes de que nadie diga nada, es inevitable que el PP salga en la comparación, porque es el que está aplicando las medidas:
            Al hilo del inicio del curso escolar, se plantearon en Madrid una serie de recortes en profesorado y medios que han supuesto una cuantía de, aproximadamente ochenta millones de euros. Esta cuantía no es demasiado, si se compara con el presupuesto de un Ministerio, pero tiene un gran parecido con las subvenciones que reciben los colegios privados para uniformes de sus alumnos. Se planteó la sustitución, pero el Gobierno de la Comunidad de Madrid la denegó, estableciendo, según lo mencionado, cuál es su preferencia social, o lo que es lo mismo, el tipo de sociedad que prefiere potenciar.
            Por su parte, en otro orden de temas, y al tanto de otras subvenciones en Educación, el Gobierno de España ha reducido las becas a todos los niveles educativos. Al mismo tiempo, hace no demasiados meses, el Tribunal Supremo dictaminó que las subvenciones a colegios que separaban a los niños por sexo eran contrarios a los principios de no discriminación por razón de sexo. Que se quedaban sin dinero, vamos. Le ha faltado tiempo al señor Ignacio Wert para anunciar cambios legislativos para que vuelvan a recibir las subvenciones, igual que antes. Es decir, va a cambiar la ley para que su criterio encaje dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Al menos, por un tiempo, por aquello de que a lo mejor alguien se percata de que el Tribunal Supremo está hablando de un precepto constitucional y lo máximo que puede hacer ese señor simpatizante o militante de cierta organización religiosa es dictar una Ley Orgánica, que en el rango legislativo, es inferior a la Constitución (como todo el mundo entenderá).
            A lo que pretendo llegar con todo esto no es a un discurso subjetivo por el que haya quien argumente que mi texto está en contra del Gobierno. Que podría, ojo. Pero lo único que pretendo es establecer una teoría muy simple con dos preceptos básicos: en primer lugar, es mentira que no haya otras posibles medidas que aplicar en un momento en que es necesario reducir el déficit (y esto lo admito por un motivo muy simple: no podemos controlar si nos dejan o no dinero, y al tipo de interés que lo hagan); y en segundo lugar, según el tipo de medidas que está adoptando el Gobierno, podemos determinar el tipo de sociedad que prefiere.
            Ahora, nos quedan dos cuestiones: si estamos de acuerdo con la sociedad que pretenden instaurar como solución para los anteriores desmanes inmobiliarios y otras zarandajas políticas (y sí, aseguro que es un problema político, o más bien de los políticos que hemos tenido), y en caso de que la respuesta sea negativa, qué es lo que podemos hacer nosotros como ciudadanos ante una serie de decisiones contrarias al programa electoral con que concurrieron a las últimas elecciones y que, lo que es más importante, amenazan con socavar nuestra sociedad, condenando a una gran capa de la población a vivir por debajo del umbral de la pobreza y otra serie de cuestiones igualmente desastrosas que convendrá más adelante tratar en profundidad. Ojo, y no estoy pretendiendo orientar el sentido del voto de nadie. Aunque también podría.

Alberto Martínez Urueña 21-09-2012