Hace un
tiempo, en concreto el quince de Diciembre de dos mil nueve, escribí un
artículo titulado “Enemigos”. Planteaba lo complicado que resulta en esta
democracia en que vivimos, coaligada con un sistema económico procaz e inhumano
que diluye las responsabilidades personales en un plasma amorfo que deviene en
un “haz lo que quieras siempre que no conozcas al que estás jodiendo”. Os
invito a releerlo cuando queráis en la columna que tengo en Internet, entre
otras cosas porque la lógica intrínseca al texto me parece realmente sólida y
digna de ser pensada.
Al margen de
publicitarme, cosa que no me importa reconocer, también tengo más cuestiones
pendientes al respecto, y que hoy están de máxima actualidad debido a los
crecientes desacuerdos sociales y los disturbios que estos han provocado.
Inevitables son en este caso, las consiguientes declaraciones de responsables
de uno u otro palo, dejando bastante maltrechos a algunos, como por ejemplo la
autoproclamación de la delegada del Gobierno como próxima nominada en la esfera
política. Argumenta, en pro del orden público, limitar el derecho
constitucional de manifestación, alegando las molestias para la vida cotidiana
que generan en ciertas ciudades. Todavía hay a quien le cuesta entender que una
manifestación que no molesta, así como una huelga que no causa perjuicios no
tiene el más mínimo sentido. Mis más fervorosos aplausos a mineros,
transportistas o controladores aéreos que han demostrado la efectividad de
ciertas protestas en los últimos años.
La cuestión
que me ocupa son las revueltas acaecidas en Madrid estos últimos días de
Septiembre. Gracias a Dios, tengo varios amigos a los que aprecio que, o bien
forman parte de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, o de alguna otra
Administración, y puedo comprender también su postura. Así mismo, además son
funcionetis de estos como yo a los que nos han robado la paga extra con
alevosía y mucha desvergüenza, a base de decretazo que prefiere suprimir
servicios públicos y no cargos políticos. Ya me explicarán luego qué pretenden
gestionar con esos políticos puestos a dedo, cuando el Estado del Bienestar
suponga la mitad de lo que se había conseguido. Eso sí, seguro que ellos
siempre serán imprescindibles en su puesto.
En todo caso,
las manifestaciones han dejado imágenes para la posteridad en las que unos
ciudadanos se enfrentaban contra otros, unos sacudiendo la mayoría de las
hostias, por cierto, y no de las de monseñor Varela, si no dirigidas al cuerpo,
y no tanto a la dignidad humana. En toda esta escalada de recortes, latrocinios
y desmanes, la crispación, o si lo preferís, la mala baba del ciudadano ha ido
incrementándose exponencialmente tanto en número de afectados como en la
graduación de esa baba. Y claro, de tanto apretar los cojones, al final hay
alguno que dice que se le están hinchando más allá de lo que es humanamente
soportable. Curiosamente, suelen ser los que ya al inicio de la crisis,
salvando excepciones, hacían equilibrismos con la renta mensual, como las capas
más bajas de la sociedad, las familias jóvenes con niños a cargo, los
pensionistas… De momento, en todo esto de los recortes no he visto a los niños
de las juventudes del pepé, todos bien vestidos con su cocodrilo y su melena de
maricón a lo Jennifer Aniston (las melenas de mis épocas eran otra cosa, por
cierto, y algo más perseguidas por aquellos a los que ahora les parece
supercool llevar “greñas”).
La maniobra
política durante toda esta época de zarandeo económico gratuito (nadie lo ha
pedido, aunque lo pague) ha sido ir eludiendo las culpas a unos sectores o a
otros, con aquello de los que han vivido por encima de sus posibilidades,
después los funcionarios que esquilman las arcas públicas, luego unos señores
llamados mercados que son buenos si acaso me interesa, el fontanero que dice
aquello de “con IVA o sin IVA”… Y la última etapa de todo esto ya la estamos
viendo con aquello de que decir “que no nos representan” es similar a lo de
Tejero (palabras del niño de Rajoy) y así poner la excusa para hacer que los
azules se engrisezcan peligrosamente.
Una jugada más para enfrentar a ciudadanos entre sí, todos ellos más cabreados
que un miura en Las Ventas, y ellos seguir saliendo guapos en las fotos de
portadas matinales.
Pues mira, va
a ser que aquí hay uno que dice que no. Creo en la política, además de por la
propia definición que viene de un vocablo y una costumbre griegos (no todo lo
que viene de allí es malo), porque además he visto que hay en sitios donde
parece que funciona algo mejor. Me niego a creer que mis vecinos son los
responsables de que estemos hasta el cuello, por mucho veneno dialéctico que se
gasten en el hemiciclo de San Jerónimo y conchabados unos con otros en el
trinque. Quizá sea verdad eso de que no podemos hacer un carajo por cambiar
nada, pero al menos yo me quedo más tranquilo cuando les doy un par de
latigazos verbales, aunque no les llegue. Desde luego, animo a todos a hacer
este mismo ejercicio de catarsis que, ya que no es muy lícito, aparte de
higiénico, ir a hacer nuestras necesidades a la puerta del Congreso, por lo
menos que nos quede el mentarles a la madre que les parió. Incluso en frases
algo escatológicas. Eso sí, desde lejos, para que cuando vuelvan a llover las
hostias entre conciudadanos, no pongan de excusa que les tocaron una valla.
Alberto Martínez Urueña
2-10-2012