miércoles, 5 de marzo de 2008

Fidelidad

Se acabó el silencio. Ya sé que llevaba mucho tiempo sin escribir, pero esta espera ha sido intencionada, y bien intencionada. Las últimas revueltas sociales en plan guerrilla entre unos y otros me han mantenido en la trinchera, sin querer participar en lo que considero más un circo que una auténtica demostración de decisión popular, que a fin de cuentas es lo que tenemos en el horizonte. Lo complicado de todo esto será escribir un texto que no caiga en las ideas abstractas de los socialistas utópicos, ni en rigideces propias de los fundamentalismos. Quien me conoce personalmente sabe perfectamente que quizá soy de ideas fijas y hasta cierto punto poco dado al cambio de ellas, pero admito las ajenas como parte del derecho a decidir el camino propio sin más interferencias del respecto a dicha libertad propia.

Tampoco pretendo caer en la realización de un mitin electoral en esta página; eso se les da mejor a los políticos, y tampoco quiero quitarles el papel, del mismo modo que no dejo que ellos me puedan arrancar el mío, que es aportar mi opinión lo más clara y personal que pueda; y eso es lo único que pretendo.

Ahora que llegan ya la elecciones, les hago una propuesta tan clara como sencilla: que todo el mundo vote, que no se busquen excusas para no hacerlo, que no sea por descontento o por desengaño, que no sea porque uno me parece un mentiroso y el otro un ladrón de barrios bajos, que no sea porque simplemente no me apetece andar hasta el colegio electoral que me toca. El derecho de sufragio universal es probablemente ese derecho por el que más sangre se ha derramado en la historia, sangre de gente que estaba más o menos convencida de lo que pretendía al ofrecerla, el derecho por el que los librepensadores fueron a la cárcel (y siguen yendo a lo largo y ancho del mundo, que el que llamamos Occidente es bastante más pequeño de lo que creemos) cuando no les mataban y matan, ese derecho por el que lucharon y soñaron tanto hombres como mujeres, jóvenes y viejos. Habrá quien diga que con Franco se vivía mejor, que los sistemas políticos son todos iguales, que los partidos políticos son un invento marionetístico con unas manos que mueven los hilos… Lo que queráis, incluso admito que quizá tengan razón, no lo sé; pero a fin de cuentas el único sistema político con el que puedes dar tu opinión es éste, y cuando hubo tanta gente que se partió la cabeza por conseguirlo sería porque el que había no merecía la pena. Y ahora no veo más que a cuatro radicales que querrían volver a lo anterior (sin darse cuenta de que estarían prohibidos en la mayoría de los casos), mientras que el resto vive, yo incluido, medianamente mejor que hace cincuenta años.

Por todo esto les digo que vayan a votar. Y dense cuenta de una cosa, que mucha gente se derretirá de coraje cuando oye hablar a Rajoy y a Zapatero porque no les gusta ni uno ni otro. La cuestión es que están en su legítimo derecho de llamar a uno fascista y al otro payaso (otra de las consecuencias de la democracia, antes no se podía), y mandarles a la mierda y votar cualquier otra opción por estúpida que parezca, A fin de cuentas, esa es la esencia de un sistema político representativo y parlamentario, distinto del presidencialista anglosajón, que es el que tienen en esa mierda de país de ultramar (y no hablo ni de América Latina, ni de Canadá) y que pretenden instaurar en nuestro país. Algo así como lo que ocurre en el fútbol, cuando te preguntan que de qué equipo eres, y lleva implícita la obligación de responder que o Barcelona o Madrid. Pues si no les da la gana tener que elegir entre estos dos y no lo hacen, no lo hagan tampoco con PP o PSOE, que no están obligados. Como con lo otro, que pueden decir el equipo de su ciudad y punto, como hacen muchos que yo conozco y no ocurre nada.

Ah, y lo del voto útil es una auténtica gilipollez que se sacaron de la manga para polarizar a un más a un electorado que si se relaja (como a veces pasa, que a fin de cuentas, siempre se ha dicho que masa ni piensa ni quiere hacerlo), se deja engañar.

Y así, parece que tenemos sólo dos elecciones, cuando no es cierto: tenemos la elección de votar en blanco, de que sea voto nulo (metan dos papeletas en el sobre, y verán que rápido se lo anulan), de votar a cualquier otro partido de los que se presentan… Cualquier cosa antes que votar a un partido que no les gusta, y cualquier cosa antes que despreciar la sangre de nuestros antepasados. Y en España no está tan lejos, que todavía sigue machando de refilón algunas conciencias cuando se habla de memoria histórica, iglesia católica y otros recuerdos infaustos de nuestra Historia.

Por todo esto les digo que participen, aunque sea para no hacerlo, pero que vayan a las urnas. Si quieren votar a Izquierda Unida, como si quieren votar a la falange. No en vano, hay que darse cuenta de una cosa: una participación alta se considera un setenta y cinco por ciento de posibles votantes, pero eso significa que una cuarta parte de la población con derecho a voto (no sé cuantos serán, pero sí que serán varios millones) no les importa mucho todo lo que he expuesto en este texto. Pero bueno, una de las consecuencias de la democracia es que se puede opinar sobre lo que quieran, que yo esté equivocado y la razón sea bien distinta.

No quiero decir nada más. En la época que estamos se me podría acusar de partidista, de sectario y otras cosas. Mis opciones son mis opciones, y no las comparto, no las sabe nadie por mucho que haya quien se jacte de ello, y eso lo puedo asegurar. Y además, no escribo sobre otros temas que guardo, como el miedo, o el sistema económico, o vete a saber qué, porque tampoco quiero ser acusado de nada. Sólo les diré: sean fieles a sí mismos, y con eso tendrán ganada al menos su conciencia. ¿Y para qué más?

Alberto Martínez Urueña 5-03-2008

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