Querido amigo
independentista. Hoy copas las portadas de los medios de comunicación con la
región de Pedro y Joaquín. Reunión de alto copete. Toda la nación parada, todos
los medios opinando del tema. Ojo, siempre he creído que el diálogo es mejor
que la de la unilateralidad y de la violencia, eso de lo que acusaste de manera
sistemática a los españoles y que aplaudiste alegremente cuando la tomaron tus
políticos. Incoherencias de la vida, ¿verdad? Por otro lado, ya sabes que yo
soy un firme defensor de la libertad individual inalienable de las personas. Nadie
puede quitarte esta libertad, y no seré yo quien lo haga. Otra cosa es que el
ejercicio de esa libertad no tenga consecuencias. Además, yo también ejerzo mi
libertad individual, la reclamo, y la ejecuto en mi opción a defenderme de tus
gilipolleces. Espero que respetes mi libertad a utilizar un lenguaje que no sea
de peleles y meapilas, y te restriegue por esa jeta de cemento tres o cuatro
verdades.
Pero lo del
derecho a decidir de las regiones está ya muy manido, lo he tratado aquí varias
veces, siempre he dicho que en vuestro caso, no tiene un pase. Esta bobada no cuela
cuando eres una de las regiones más ricas de Europa y a lo que huele tu
pretensión es a lo de siempre cuando hablamos de dinero: la insolidaridad del
desalmado con posibles. Ahí escuece, ¿verdad? Sobre todo a esos imbéciles que
se dicen de izquierdas –es evidente que no tienen ni puta idea de lo que eso significa–,
pero se autosubsumen en un proyecto que rompe por completo cualquier noción de
redistribución interterritorial o internacional o interpersonal. Un proyecto
evidentemente egoísta. Porque si se quejase Asturias por el maltrato sufrido por
el gobierno central tendría sentido. Pero que os quejéis vosotros… Manda
huevos.
Y digo
Asturias por no mencionar mi región, Castilla y León. ¿Sabes?, ayer volvía de
unas cortas vacaciones en el Norte, en Cantabria, y lo hacía por la A-67, vital
para dar salida a un posible puerto de mar como es Santander y, junto con la
A-62 y la A-66, para unir Salamanca, Zamora, León, Valladolid, Palencia y
Burgos. La A-601 une Valladolid con Segovia. Ávila está conectada con la A-6 y
con Salamanca. Hay otra que une León con Burgos, cortando a la que baja de
Santander. Como ya te habrás dado cuenta, si acaso en el colegio te dieron algo
de geografía –sé que viste algo de Historia, pero es poco fiable lo que te
hayan contado–, me falta una capital de provincia, ciudad de un buen amigo, que
se llama Soria. Ésa, autovías no tiene ni se las espera. Autovías, ésas de las
que tenéis varias en tu región entre las cuatro capitales de provincia. No una
como Segovia o Ávila, o ninguna como Soria. No de esas incidentales como la A-6
o la A-1, y en vuestro caso la A-2, fruto del centralismo radial. Varias para
las ciudades, para unir pueblos, para hacer llegar productos y ciudadanos,
desde hace muchos años… Para lograr ésa más que estudiada causalidad –ya sabes,
no es correlación, es causalidad– entre la inversión en infraestructuras y el
crecimiento económico de las regiones. Pues además, algunas de esas autovías de
mi región, como la que transitaba ayer, tienen el firme que parece que haya sufrido
el paso de la escuadra de elefantes con que Aníbal invadió la península itálica
hace más de dos milenios. No es coña, los viajeros vamos por el carril de la
izquierda de manera sistemática: el de la derecha convierte la sensación de ir
en tu coche a ir en una diligencia. Tú no sabes lo que es un auténtico déficit
en infraestructuras. Ni de coña.
Y hablo de mi
región. Si le echas un vistazo al mapa de Extremadura, por poner un ejemplo, te
percatas de que más allá de cuatro autovías, dos de ellas circunstanciales, dejan
al resto convertido un desierto. Escribo esto sin saber cuáles serán los
resultados de la charla que mantendrán en La Moncloa Pedro y Joaquín, pero en
realidad, hace tiempo que me la trae al pairo. Entrar al debate sobre el
contenido esas negociaciones supone negar verdades tan evidentes que intentarlo
únicamente sacaría bilis negra y ganas de que os independicéis, pero de verdad,
como hace todo aquel que se independiza: se marcha de la casa de sus padres, la
que le han puesto ya construida, de la que han mamado toda su infancia, y se
largan a encontrar la suya. Podéis organizar un viaje y llamarlo diáspora, como
los judíos –y otros muchos pueblos–, que queda elegante, o directamente iros a
la mierda. Pero éste que te escribe se niega, una vez más, a entrar a ese
debate del que los medios no hacen más que largar sin ningún tipo de rubor,
siendo cómplices de la importancia que os dais. Un debate, en el que siempre
has hecho trampas, jugando a la extorsión del que más tiene y clavándosela a
los que, por mala suerte, o quizá más bien por mala planificación gubernamental
y malos políticos, tienen una situación mucho más desfavorable que la tuya.
Imbécil.
Alberto Martínez Urueña
PD: si me
dirigiese a esos amigos míos de derechas a los que tanto quiero, les diría que
no les estoy dando la razón en nada. Los hechos ejecutados por sus líderes
parecen mucho más enérgicos e imperativos, pero en la práctica, la España que
ha necesitado efectivamente de su protección sigue viviendo como un trozo de
merluza expuesto al sol del mediodía. Y espero que no utilicéis los argumentos
de solidaridad interterritorial, porque la defensa de un sistema tributario
regresivo y escaso como a veces planteáis supone la insolidaridad interpersonal,
amén de ser contrario al artículo 31 de la Constitución que con tanto fervor agitáis
en otras ocasiones.
PD2: En resumen,
aquí, en gran parte del interior de España, estamos un poco hasta los cojones,
y reclamamos nuestro derecho a decidir defendernos, tanto de los que no nos
pueden ni ver desde Cataluña como de los que nos ningunean desde Madrid.