viernes, 18 de abril de 2008

Aprovechando

Lo reconozco, había pensado escribir sobre política, aprovechar el inicio de legislatura y hacer una especie de alegato sobre las virtudes y despropósitos de la gente de Las Cortes Generales, pero como ellos van a seguir ahí, y me van a seguir dando motivos para poder hablar todo lo que quiera, prefiero cambiar de tercio, y que quien quiera vea el telediario.

Antes bien, la verdad es que hoy he tenido una experiencia que necesito contar y que me parece que el mejor modo es éste. He de agradecer a un gran amigo la oportunidad que me ha brindado de poder acudir a la presentación de un libro que espero poder leer cuanto antes, a ser posible con las oposiciones logradas y con todo el tiempo por delante que eso me deje. La verdad es que la temática (El malestar de los jóvenes, por título) es algo que me parece de un interés incuestionable, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de noticias que día sí, día también, nos ofrecen esos pequeños bastardos que graban palizas, queman indigentes y tiranizan compañeros hasta extremos que antes no se nos ocurría a nadie.

Al respecto, sin más peloteo por mi parte, y con el permiso de este amigo mío, sin pretender banalizar ni hacer un excesivo reduccionismo del libro, lo suficientemente largo y trabajado como para que resulte imposible hacer un resumen, me vino una reflexión a posteriori que hilé con otra y que es la que pretendo plasmar aquí, con vuestro permiso.

¿Cuántas veces habremos oído esa frase tan manida que ya casi ha quedado sin contenido, esa especie de guía para desvalidos y desengañados, o para personas que realmente la saben sacar jugo? Digo esto porque en esta vida que nos toca vivir, cada persona hace su propia estructura lógica y luego pasa que tienen poca fiabilidad; pero a la frase que me refería es esa de “Hay que aprovechar al máximo porque la vida es muy corta”.

Esto totalmente de acuerdo con la aseveración, y creo que pocas personas podrían ponerle peros a esta afirmación. Sin embargo, la cuestión a la que hasta hoy no me había dado cuenta que nos lleva esta frase es qué entendemos por aprovechar. Claro, aquí los defensores del pensamiento libre, de la moral a la carta, de que cada uno sabe lo que le conviene y esas cosas saldrán como perro de caza a por la presa; pero lo siento, dentro de que yo soy una persona que creo que lo importante en esa vida no es sólo seguir tu propio camino, sino más incluso encontrarlo, creo que hay determinadas cosas que si bien, no son verdades absolutas, hacen la convivencia un poco más fácil para todos. Me explico con un ejemplo claro: por supuesto que cada uno puede aprovechar el tiempo como le venga en gana, y no seré yo el que le prohíba nada a nadie, salvo si me intentan meter el dedo en el ojo, que quizá lo corte, pero no comparto en exceso la opción de quien considera buena opción beberse todos los días tres litros de cerveza, fumarse diez porros y meterse alguna raya los fines de semana, o ir jaleando a las personas mayores mientras la borrachera te lleva de un lado para otro en la calle Santiago.

Pues eso, según pensaba esto, imaginaos en el autobús, camino a casa, día de lluvia y yo mirando por la ventana, las ideas iban asaltándome la cabeza como griegos contra troyanos, y me di cuenta de que, joder, vivimos en una sociedad del consumo inmediato (no es que me viniera así sin más, es que salió el tema en la presentación del libro), de aquello de que hay que hacer acopio de experiencias, que hay que sacarle el jugo a la vida porque en cualquier momento se te puede acabar, y que lo de la frase es cierto, que hay que aprovechar la vida porque se hace muy corta; y claro, me di cuenta, porque lo he visto, de la cantidad de gente que justifica las mayores autobarbaridades (como las que comentaba antes), por el hecho de que la vida es muy corta y se acaba que parece que no ha empezado. Como la vida se me puede acabar en un instante, pues experimento, hago no sé que otras cosas y tal, y lo que inmediatamente pensé fue: “¿y realmente al muerto le importa lo que ha vivido o no?”. Y después pensé, es cierto que a lo mejor sales a la calle y te pilla el coche y te vas al otro barrio en un decir Jesús, pero, como una lucecita pestañeando, me dije: “¿Y si resulta que no viene el coche, y me toca la bisectriz, y no me atropella, y llego a los ochenta años, o como mi abuelo que este año hace noventa y cuatro?”. Fue cuando me entró la temblequera y el mareo. Porque mira, queda superchulo ir en plan bohemio, arrastrar los pies por la acera según andas y hacer como que no te peinas, pero la verdad, y así os lo digo, creo que la vida tiene mucho más que ofrecer. No es por ofender a nadie, pero pasarte ochenta años con esa actitud tiene que ser realmente aburrido. Y ya, si nos damos cuenta de lo del malestar de los jóvenes (el que diga que es falso, miente más que habla), y que con esas cosas no conseguimos solucionar nada, es para pararse un momento a pensar si con lo que hacemos, realmente obtenemos algo.

La reflexión verdadera a la que llegué fue que es muy probable que estemos estresadísimos de currar durante la semana (yo de estudiar, ya lo sé), que nos estén tocando ahí donde más duele cada vez que te descuidas, que la vida muchas veces es una mierda y todas esas historias que decimos y que nos pasan a todos; ahora bien, ¿qué es lo que hacemos para evitarlo, para salir de eso, o simplemente para aplacarlo? Esa es la cuestión del aprovechamiento, la pregunta que todos deberíamos hacernos alguna vez: ¿cuál es el camino que queremos recorrer? Porque parece una obviedad como un castillo, pero creo que pocas veces nos la hacemos, y sin saber qué es lo que queremos, vamos de un lado para otro, al compás de un viento señalado por otras personas; citando a cierta persona, “como si nuestra atención fuese una luz de discoteca que a cada momento señala un lugar distinto”. Al final no sabemos, no ya donde vamos, si no tampoco lo que queremos, y no recorremos nada; y puede que sea más fácil, más cómodo, más sencillo, pero entonces es cuando no estaremos aprovechando para nada el tiempo que tengamos.

Alberto Martínez Urueña 18-04-2008