miércoles, 27 de enero de 2016

¿Qué les das?


            “Por fin”, decía en un texto que tenía ya en el horno. Por fin iba a contaros mi opinión al respecto de la situación parlamentaria que tenemos y el espectáculo grotesco que estamos presenciando. Iba a argumentar cómo la ineptitud e incompetencia supina de nuestros dirigentes está provocando el bloqueo institucional y cómo, en cualquier empresa –en una de las serias, no las del caciquismo español– que sucediese tal cosa, los accionistas, el consejo de administración o el órgano con capacidad decisoria que fuese les mandaría directamente al paro, previo paso por el culo. A ellos no. A ellos les han votado, ellos ya no responden ante nadie. Ahora están a ver cómo se reparten los escaños que aparecen en la tele a la hora del telediario, antes estuvieron con la conformación de la mesa del Congreso y después irán a por los sillones ministeriales. Lo del intercambio de cromos. De momento, tres grupos ya van camino de sacar de la foto a un cuarto que tiene sesenta y nueve diputados, han concedido a los peligrosos nacionalistas un grupo parlamentario propio en un absoluto alarde de hipocresía y se lo han quitado a Izquierda Unida. Poco a poco, van avanzando hacia el gobierno de la gran coalición, que puede gustar más o menos, pero que no concretan cuál sería la fórmula determinada, al margen de que todos sabemos que estaría fundamentalmente pensada para aislar a esos locos antisistema que vienen a destruir España.

            “Por fin”, decía, y en los últimos dos días han vuelto a la palestra con más fuerza que nunca los escándalos que nos han espantado durante los últimos años, todos esos casos de corrupción pergeñados de engaños televisados y ruedas de prensa inundadas de soberbia que han dibujado un cuadro del partido que está en el gobierno más propio de una familia mafiosa que de una respetable institución política con sanas intenciones con respecto al interés general de los españoles. Por fin, decía, que iba a poder hablar de una cosa, pero seguimos con la otra. Seguimos con los melifluos representantes peperos, amantes de los eufemismos, argumentando que son casos aislados que en ningún caso pueden suponer un descrédito de sus siglas. Antes fue Madrid, Baleares, Castilla y León, Murcia, Valencia… Ahora vuelven a ser los de antes, a los que se les añade otra vez Valencia, por supuesto Madrid, Galicia y la operación Zeta con sus cursos de formación, como los andaluces, pero a la gallega. No, amigos míos, esto se escapa a la típica reclasificación urbanística de ayuntamiento corrupto. No es por menospreciar la capacidad delictiva de un alcalde de mierda, pero lo del Partido Popular a nivel nacional es algo más grande. Y más grave.

            Es más grave porque da la sensación de que el propio partido ha sacado rédito como institución de todo este chorreo de ilegalidades económicas. No sólo parece que se han aprovechado sus cargos imputados – investigados es el nuevo eufemismo de la ley de procedimiento judicial – para llenarse los bolsillos; además, las arcas del partido parecen haber recibido dinero putrefacto que después habrían utilizado para financiarse. Aunque la Agencia Tributaria considere que esto no es un delito tributario, queda muy feo si lo tienes que poner en el curriculum cuando te presentas de nuevo a presidente del Gobierno y utilizas ese dinero para financiarte la campaña. Esto no deja de ser como lo del dopaje en el deporte: se llama hacer trampas.

            Por otro lado, y aumentando la gravedad del asunto, si los altos cargos no se enteraban de lo que pasaba en su partido, son unos inútiles gestionando nada. Pero es que si lo sabían, y además han puesto el cazo –y por tanto son unos delincuentes–, sean gastos de representación o sean sobres color carne, lo pone todo mucho más crudo. Y es que por mucho que la militancia y sus votantes sean honrados, cualquier estructura cuya cabeza pensante esté tan deteriorada provoca que todo el cuerpo camine en la dirección errónea. Y para el país que dicen gobernar, lo mismo. Ya no vale lo de que la mayoría de los peperos son honrados, porque esa mayoría –y más en una estructura piramidal y gregaria como son los partidos políticos tradicionales– está dirigida por supuestos –supuestos, reitero, ley mordaza– capos mafiosos que estarían utilizando la organización para crear una organización criminal con la que forrarse a espuertas a costa del dinero público. El de todos. O como decía el otro día uno de los investigados de Acuamed, el de nadie. Que en esta nación grande y libre, pero necesitada del tutelaje de estos sujetos, los euros brotan de los árboles.

            Supongo que todos lo hemos pensado alguna vez. Tenerle delante y con posibilidad de preguntar lo que quisieras. Rueda de prensa en Moncloa y sin límites ni plasmas. A mí, con lo que os he contado y que ha quedado para la posteridad en las hemerotecas, así como con todos esos índices de desigualdad, de percepción de la corrupción, de pobreza energética, de malnutrición infantil, lo único que se me ocurriría preguntarle a Mariano, viendo que le siguen votando con esa fidelidad es…

            ¡Joder, Mariano, qué les das?

            PD: y sé que no me gustaría la respuesta.

 

Alberto Martínez Urueña 27-01-2016

lunes, 25 de enero de 2016

Mi pesimismo


            Una de las controversias más encendidas que ha tenido lugar en la historia de la economía es el grado de intervencionismo adecuado por parte de las instituciones. Desde el comienzo de la crisis, se ha puesto al frente de los debates del sector por motivos obvios; pero además se ha convertido en el eje central de las medidas adoptadas por las diferentes economías.

            ¿Qué ha pasado desde dos mil ocho? Pues depende dónde se mire. Cada país y cada región del globo han hecho lo que buenamente han podido, de acuerdo a sus convicciones. Con respecto a las medidas, tenemos la hemeroteca especializada bien pergeñada de información. Con respecto a las recomendaciones de los teóricos, no ha sido menor su empeño por aportar descripciones y remedios a la crisis, con mayor o menor criterio. Y hablo de descripciones y remedios porque es relevante, no es un comentario a la ligera.

            Si hablamos de descripciones de las causas que nos han traído este desagradable efecto, existen grandes controversias: están los que consideran que se ha dejado hacer a las grandes empresas, y que en su desaforada avaricia y ansias de imperialismo han provocado estos graves desequilibrios; y también tenemos los que argumentan que el intervencionismo estatal, pervirtiendo las sanas reglas de juego del mercado, ha perturbado los incentivos de los agentes económicos de tal manera que esto ha provocado los desajustes que ahora sufrimos. Con respecto a los remedios, ocurre otro tanto, derivados por supuesto de las descripciones que hayan dado: hay quien aboga por aumentar la intervención de los Estados en la economía, mientras que al otro lado tenemos a los que quieren seguir el camino contrario y eliminar de un plumazo la acción de las Administraciones en los mercados económicos, reduciendo a la mínima expresión las acciones que éstas lleven y por tanto las perturbaciones indeseables que provocan.

            Por mi parte, cuando entro en estos temas, me muevo por terrenos controvertidos, no soy de respuestas unívocas y sencillas, salvo si he de hablar de lo que yo hago, o intento, con mi vida. Soy un hombre muy optimista con respecto a las capacidades del ser humano; creo que somos capaces de grandes cosas, y de hecho, tenemos ejemplos a nuestro alrededor que así lo atestiguan. Por desgracia, se dan poco lustre a estas cuestiones, y menos en los grandes centros de creación de opinión y de difusión de información. Dan más audiencia las desgracias. En realidad, esto es una consecuencia de lo que demanda el pueblo.

            Sin embargo, soy un hombre pesimista cuando hablamos de la dirección que adopta el devenir histórico, ya que la economía, cuyo objetivo es el de maximización de la riqueza y de la producción ha descubierto que convirtiendo al ser humano en un ser individualista, orientado neuróticamente a la satisfacción hedonista de sus caprichos y aislado del resto consigue aumentar los beneficios. Esa denuncia tan recurrente de cómo el mundo de hoy en día es más deshumanizado y egoísta no es algo baladí, es algo que sucede y que ha sido provocado: se sabía lo anterior y también que el ser humano, accionados los resortes adecuados, se despeñaría por este camino de egolatría descontrolada. Esto no es una teoría de la conspiración, es lo que mejor le viene a las cuentas de resultados de las empresas por algo tan simple como es la especialización de mercados y los propios objetivos de los estudios de mercado.

            Es más, de primeras, asépticamente, no tengo nada en contra de la economía capitalista como creadora de riqueza y de oportunidades: no deja de ser una construcción teórica que ha demostrado su validez en la práctica real. Igualmente, no tengo nada en contra de la utilización de los teléfonos móviles, de las redes sociales o de un cuchillo de cocina. Todas ellas son herramientas que usadas en la dirección correcta, pueden ser beneficiosas. Pero de igual modo, si dejas que una persona se enganche al uso de su teléfono, a las redes sociales, o permites que un psicópata decida dónde clavar el filo del cuchillo, puedes tener serios problemas.

            Con la cuestión económica pasa lo mismo, pero parece más sutil. Nadie dejaría suelto a una persona obsesionada con despellejar seres humanos, y mucho menos armado con un cuchillo jamonero; sin embargo, no hay ningún problema en permitir que los mayores avaros de nuestra sociedad dirijan de acuerdo a sus intereses las finanzas mundiales. De hecho, se les considera como los más preparados para hacerlo. Bueno, en realidad, el psicópata con el jamonero también será el mejor preparado para hacerse un abrigo de piel de adolescente…

            La economía no es un campo aséptico libre de connotaciones morales, del mismo modo que no lo es la física nuclear y una bomba de hidrógeno. De hecho, lo es en menor medida, ya que en física puedes hacer una descripción unívoca e irrefutable de los hechos, mientras que en economía los mayores expertos no se ponen de acuerdo ni en el plano teórico. La economía en manos de personas sin escrúpulos ha creado seres humanos que obedecen a sus propios intereses de manera descarnada –el modelo más eficiente y productivo–, y estos seres egoístas y carentes de empatía son incapaces de liberarse del yugo con el que se convierten a sí mismos en herramientas del sistema, cerrando el círculo capitalista. Por eso, por esta visión del mundo en el que vivo y por el ser humano que este semidios llamado capital ha estructurado a su imagen y semejanza, no creo que el ser humano que conozco vaya a ser capaz de cambiar nada. Otra cosa será el ser humano que nazca de las cenizas cuando todo colapse… Cuando ninguno de nosotros estemos en disposición de verlo. 

Alberto Martínez Urueña 25-01-2016

jueves, 21 de enero de 2016

Un par de pinceladas


            Pues estaba apunto de ponerme a sacar razones de por qué no hay un solo partido político quiera estar a favor de nuestro bien amado líder Mariano. Por qué no consigue que nadie le apoye y le toca jugar solo, en el patio, con una abstención de dudosa moralidad como la de Ciudadanos, mientras que el resto le espera en las votaciones, con la piedra preparada en la diestra. Al final alguno se va a hacer daño…

            Antes de lanzarme por esos derroteros, quería focalizar mi atención sobre los hitos relevantes que deberían acompañarnos en esta andadura de trescientos sesenta y seis días que tendrá el presente año. Estos hitos vienen determinados por los principales problemas que nos acompañan y que van demostrando la magnitud del reto que suponen.

            En primer lugar, como no podía ser de otro modo, hablemos de economía. En estos primeros días del año es normal que esos individuos siniestros y oscuros de Intermón Oxfam saquen su informe anual. Este año le han titulado “Una economía al servicio del 1%”. Muy representativo. En un primer momento, he pensado que se divierten cabreando al personal; a unos, porque les pone a escurrir por su avaricia; a otros, porque el nivel de frustración ante una situación que no sabemos cómo manejar nos está alcanzando cotas críticas. Después he pensado que quizá el informe no está hecho pensando en ninguno de nosotros –maldito ego– y que lo han escrito más bien pensando en las víctimas que tan crudamente retratan. En todo caso, esto se imbrica con uno de los debates más encendidos en la historia de la Teoría Económica desde un punto de vista académico, como lo ha sido el estudio sobre desigualdad que publicó Piketty hace algo más de un año. Sin entrar en detalles innecesarios, con su metodología pretende demostrar como la desigualdad, más allá de que pueda parecer más o menos justa, es un factor que provoca inestabilidad económica y social. Es innegable que, debido a la crisis, la tensión entre desigualdad, crecimiento económico y justicia social es un hito que debe encontrar un punto de equilibrio estable. Este es un tema tan extenso y controvertido que ni las mentes más brillantes son capaces de encontrar una respuesta unívoca, por mucho que las corrientes políticas neoliberales europeas pretendan vender una verdad absoluta y una solución de austeridad ineludible. La auténtica realidad es que la sociedad, mirada desde la escala que se quiera –ciudades, países, regiones del mundo–, está siendo incapaz de no ir arrojando fuera de las fronteras de ese supuesto paraíso llamado progreso económico.

            Otro de los hitos que se están poniendo de manifiesto cada vez con más premura es todo lo relativo al modelo energético, que a su vez devienen en varios y enconados debates. El primero de todos es el cambio climático. A este respecto se debate en ciertos círculos si realmente está sucediendo o es sólo un invento interesado de una parte de los poderes fácticos que quieren hacer negocio con las tecnologías que pretenden evitarlo. Además, en el caso de que se admita que tal cambio se está produciendo, también se plantea la cuestión de si es un cambio provocado por la acción del hombre o son variaciones propias del sistema climático planetario. Por supuesto, también habría que tener en cuenta dos variables más en el tema del modelo energético: la incidencia de la contaminación sobre la salud del ser humano, sobre la sostenibilidad y viabilidad de medioambientes y especies animales y también, desde un punto de vista económico, la posibilidad de eliminar de un plumazo la dependencia de nuestras estructuras de costes de la influencia de los países productores de petróleo, como lo que eso conllevaría. ¿Os imagináis un Oriente Próximo por el que las grandes potencias mundiales y su geoestrategia perdieran su interés? Es probable que nos ahorrásemos en guerras, aunque es probable que a los grandes lobbys armamentísticos estadounidenses esta idea no les haga mucha gracia.

            Dejó ahí estas dos ideas, sabiendo que otras quedan en el tintero. No por falta de importancia, sino porque las grandes tragedias actuales no se publicitan en prensa, o al menos, no con la urgencia que deberían, y las soluciones que requieren no se planifican en un folio. Hoy hablamos de la guerra de Siria, y mañana hablaremos de otras cuestiones. Sin embargo, la humanidad se encuentra frente a grandes cambios que se van a producir en los próximos años, y que son inevitables. Esto genera una incertidumbre propia de los grandes cambios de era, como lo pudo ser la Revolución Industrial o la invención de la rueda. Estoy hablando de la Revolución Digital. Parecerá una tontería, pero de momento estamos sumidos en ella, se está produciendo ahora mismo, y todavía no somos conscientes de su alcance. Pero va a cambiar por completo la forma en la que se ve el mundo, del mismo modo que lo consiguió la electricidad o la máquina de vapor. Y por extraño que parezca, eso no hace sino traer esperanza a éste que os escribe, porque todas esas revoluciones, a pesar de lo traumático que puede ser el cambio, consiguieron hacer de la humanidad un conjunto más compacto y cercano. 

Alberto Martínez Urueña 21-01-2016

jueves, 14 de enero de 2016

Humanidades


            Hoy en día la cantidad de información a nuestra disposición es, si no infinita, al menos apabullante. El reto, hoy en día, no es sólo la búsqueda en sí, sino también la gestión de la que obtenemos. Además, contiene un problema sustancial, y es precisamente la imposibilidad de digerir toda la que tenemos a nuestro alcance. De ahí la creciente importancia de cribado para poder utilizarla en cualquiera de los aspectos de nuestra vida, ya sea en el trabajo, si su desempeño así lo requiere, como para otros rincones de cada existencia individual. Esto es importante, al margen de su uso meramente pragmático o económico, porque toda nuestra existencia se basa en los conocimientos previos que nos permiten actuar en cada situación.

            Con respecto a la información en nuestra vida pública, no hay nada que pueda decir que no haya aportado ya en todos mis escritos. No voy a abundar en la idea de la necesidad de acudir a varias fuentes para poder discernir la realidad por detrás de las apariencias; y sin embargo, no deja de ser menos cierto que el tiempo que podemos dedicar a esta parte de nuestro devenir es muy reducido.

            Con respecto a la información en nuestra vida privada, cada uno hace lo que puede, se alimenta de las relaciones con otras personas, de las interacciones inevitables o de las que vamos eligiendo. El autoconocimiento ofrece una estabilidad frente a los inexorables vaivenes a los que nos vemos indefectiblemente sometidos. La capacidad de introspección es un valor que no demasiado en boga en esta sociedad orientada hacia las apariencias y el consumo, pero cuando estos últimos fallan –antes o después siempre lo acaban haciendo–, no está de más tener un pequeño sustrato al que poder asirnos para ir tirando en lo que las aguas vuelven a su cauce. Este autoconocimiento se puede propugnar de múltiples formas, cada uno encontrará su manera, pero cabe recordar que somos enanos a lomos de gigantes. De igual manera que nadie necesita reinventar una y otra vez el funcionamiento de un enchufe, el mundo de las humanidades –recibe ese nombre por un motivo fundamental– guarda en su seno una gran parte del saber acumulado a lo largo de los siglos por todas las culturas del orbe. No es un campo, en todo caso, donde encontrar respuestas unívocas a la manera que nos las ofrecen las matemáticas, o la física y la química. Los postulados de un filósofo o de un ensayista no son estructuras que creer a pies juntillas, sino herramientas con las que vislumbrar otras perspectivas diferentes a la nuestra que, bien aprovechadas, amplíen nuestro horizonte y nos aporten instrumentos fundamentales para todos: el sano juicio y la crítica constructiva y deliberativa. Todo en aras de construir nuestra propia y particular realidad subjetiva, y así, poder recorrer ese camino del que os hablaba que va desde lo que me han dicho que es la vida hasta lo que yo veo. Esta realidad subjetiva, unida a la objetiva, ofrece una existencia mucho más plena y satisfactoria, y que aporta esa estabilidad crucial que antes o después todo ser humano necesita: nos completa.

            No hablo únicamente de filosofías de autores como Kant, Santo Tomás, Nietzche u Ortega y Gasset. Las humanidades son tan amplias como cualquier intento de captación y representación de la realidad global e infinita, filtrada a través de la realidad subjetiva de una persona: por ejemplo, las representaciones artísticas. Por ejemplo, la literatura: el principal portal que yo mismo utilizo desde hace años. Fueron los libros y la perspectiva particular que sus autores dejaron impresas en sus párrafos los que me ayudaron a ampliar la visión reducida de una única persona. Por supuesto, no empecé a leer por ese motivo, y hoy en día tampoco, pero los frutos de tal o cual actividad son los que son, independientemente de las intenciones. Un taxista no se aprende el callejero por mero placer intelectual, sino por la necesidad de su trabajo; no obstante, su capacidad cognitiva se ve incrementada aunque no quiera.

            El viaje por la literatura ha sido, es y espero que siga siendo un viaje apasionante por realidades más allá de la mía, más allá de la historia contada incluso en sus líneas. Un viaje por las mentes de aquellos que me precedieron, por las mentes de aquellos gigantes sobre cuyos hombros hoy me veo. Ya sabéis mis gustos… El Quijote, El buscón, La celestina, Hamlet, Cyrano, La sombra del ciprés es alargada, Cien años de soledad… A todos estos clásicos, y otros muchos, podéis sumar una larga ristra de novelas más sencillas, pero con el valor de ofrecer, en primer lugar un divertimento interactivo –leer supone un esfuerzo, y por tanto, trae un crecimiento personal aunque se lean comics–, en segundo lugar, una visión diferente a la mía y en tercer lugar, la capacidad para poder poner sobre el papel de una manera estructurada una idea, tal y como intento hacer en estas columnas desde hace más de diez años.

            Por todo esto, por el contenido que tienen, por su capacidad de alimentar el alma humana con su mundo capaz de traspasar los horizontes de la lógica y transportarnos a los mundos oníricos de Verne o de Tolkien, por el desarrollo que implican en nuestra mente, por ofrecernos emociones y visiones que trascienden nuestra reducida existencia… En fin, por su sinfín de beneficios, no podemos renunciar a las humanidades, sea como sea el mundo que se esté construyendo al margen nuestro y que no nos queda más remedio que habitar. Yo no pienso hacerlo, y a cualquiera que me pida la opinión sobre qué libro leer, seguiré ofreciéndole mi perspectiva. Porque sólo trascendiéndonos a nosotros mismos encontramos ese algo que nos da sentido. 

Alberto Martínez Urueña 14-01-2016

martes, 5 de enero de 2016

Siempre hacia delante


            Aquí nos encontramos, en un nuevo año, con unas perspectivas iniciales de lo más interesantes, nada reconocibles en nuestro inmediato pasado, pero muy típicas del sentir ibérico: la división hasta sus máximas consecuencias que, incluso en esta ocasión, parece haber afectado a la parte conservadora de nuestra sociedad, esa parte que asume los mismos cambios que la parte progresista, pero diez años más tarde. Es una situación que hay a quien le da mucho miedo, pero también es una situación exigente de la que pueden salir escenarios de consenso en los que la sociedad pueda dar un salto cualitativo que suponga una verdadera evolución. Algo que nos pueda traer puntos de encuentro a los dos bandos que dividieron a esta España y que han servido de excusa para partirnos la cara en nombre de las ideas de los de arriba. Mirar a ver qué nos une, y trabajar sobre ello. Pero dejémoslo estar: en unas pocas semanas, la solución. Hoy me encuentro más abstracto y presto a tomar una idea que me facilitó cierto amigo para hablar de un tema que, a pesar de ser menos urgente, es más importante.

            La tendencia actual en la elección de carrera universitaria, desde antes ya de que yo eligiera la mía, está orientada hacia los saberes técnicos, prácticos, de los que puedan ser dirigidos hacia las necesidades del mercado laboral actual. Esto se critica por la posible deshumanización que conlleva, por la escasa amplitud de miras que implica y por los peligros de utilitarismo a que condena al ser humano: una pieza más de la cadena de montaje que puede ser sustituida por otra cualquiera de iguales características. El mundo occidental y sus demonios… Se añade la pérdida de espíritu crítico, la capacidad de obtener un conocimiento global e integrador y la posibilidad de relación entre unos factores y otros, aunando los valores de la dignidad humana con las variables económicas del mercado, características que pueden aportar otras áreas del conocimiento, menos prácticas. En este análisis, se contrapone este tiempo a otros donde la persona estaba supuestamente considerada con todas sus complejidades, de una manera completa, en la que los artesanos hacían de su obra algo propio y el ser humano era capaz de sustentar esos valores que le hacen ser lo que es. ¿Esto es algo novedoso? No estoy de acuerdo. La alienación del ser humano no es algo actual ni exclusivo del ser humano de finales del siglo veinte y principios del veintiuno. En las sociedades medievales la cultura estaba restringida de tal manera que la práctica totalidad del pueblo era analfabeta, sin acceso a ningún tipo de cultura, más allá de lo  que el sentido común aportara. No hablemos ya de cuestiones más prosaicas como una casa donde no morir de frío… Los saberes fundamentales eran técnicos porque, igual que ahora, eran los que daban de comer: cómo hacer un mueble o manejar un arado minimizando el cansancio y maximizando el rendimiento en términos de tiempo de fabricación o de productividad por semilla utilizada. Podían sentir amor por tal o cual pieza que elaborasen, pero las dentelladas del hambre harían de las consideraciones que hoy atribuidos a los vasallos del medievo algo sin fundamento.

            El ser humano (occidental) estuvo luchando por su subsistencia hasta entrado el siglo pasado, y durante la primera mitad, tuvo que desligase del yugo de los totalitarismos. Son dos yugos, el del hambre y el de los fascismos, como el de Franco. Y no engañemos a nadie, nunca tuvieron esa humanidad que ahora se persigue: lo de entonces era trabajo digno de la más absoluta esclavitud, sumisión ante la iglesia y la nobleza, maltrato físico, clasismo absoluto…

            Yo no creo que hoy en día estemos peor que entonces. Estamos mucho mejor, pero quizá también estamos más informados, y es que las tropelías que hoy denunciamos se llevan perpetrando desde siempre, pero otras muchas concluyeron. Al menos en nuestro entorno. Yo creo que el ser humano evoluciona para mejor, aunque lo haga a saltos. Quizá soy un optimista, pero mirándolo con una cierta perspectiva, hoy no tenemos que preocuparnos de que nuestros hijos se mueran de frío en una cuneta. Mirando pros y contras, todavía me salen las cuentas.

            Sin embargo, es cierto que hoy en día todavía tenemos importantes retos que asumir para poder seguir caminando. Hoy, el yugo del que tenemos que liberarnos es más abstracto. No tiene la forma de una sequía que arrase la cosecha de todo un año, ni tampoco la identidad de un psicópata que anteponga ideas a personas. Hoy, el yugo tiene que ver con lo que nos han dicho que es importante y lo que verdaderamente vemos que lo es. Hoy tenemos que aprender a mirar por nosotros mismos y alejarnos de los paquetes de consumo que nos venden como herramientas para alcanzar algo que nunca sabemos qué es. Esto no consiste en romper o rechazar lo que ya tenemos, del mismo modo que adaptamos el concepto de un techo y cuatro paredes a las viviendas actuales, podemos seguir teniendo a nuestro alcance todo aquello de lo que hoy disfrutamos, pero con una visión más completa que, de una vez por todas, nos ofrezca eso que buscamos todos. Y la herramienta para ello es la cultura, acompañada de una verdadera interiorización de su auténtico mensaje. Precisamente por eso, aunque no son saberes prácticos que nos llenen la alacena, hay frutos del árbol del saber que, por primera vez en la historia de la humanidad, están a nuestro alcance, prestos a ser recogidos, nacidos para ofrecernos el nuevo salto hacia delante que necesitamos. De ahí, la importancia del arte, de la cultura grande o pequeña y, por supuesto, de esas personas que, de un modo u otro, hacen que sea posible su existencia: los artistas. 

Alberto Martínez Urueña 5-01-2016