jueves, 26 de febrero de 2015

Los nuevos


            Reconozco que algunas veces la retroalimentación con vosotros me deja un poco perplejo, aunque los que nos movemos por determinados foros, sobre todo los que tratan sobre política y economía, estamos acostumbrados a ver cómo las opiniones se pueden sacar de contexto y hacer una buena degollina con el resultado.

            Por todo esto, a veces no queda más remedio que puntualizar determinadas cuestiones. En primer lugar, cuando se habla de economía en los medios de comunicación se me cierran los oídos: es todo una vulgar manipulación de lo que algún experto dijo, retorcido a conciencia para intentar engañar a los posibles votantes. Los políticos y periodistas afines a los partidos ni entienden de economía ni lo pretenden: sus objetivos son otros, más serviles con el poder económico que les mantiene en sus puestos. Prefiero leer a los catedráticos y a los nóbeles que, a pesar de no ponerse de acuerdo, pueden argumentar con toda seriedad sus comentarios y no suelen pretender metérnosla doblada para robarnos las nóminas y entregárselas a sus jefes, los accionistas. Ya si hablamos del matrimonio tácito PPSOE, me pongo enfermo. Se me sube la mala hostia y comienzo a verlo todo de color rojo, me congestiono y el único razonamiento que me sirve es ver lo que han ido haciendo durante todos estos años. Y con eso me vale para mandarles a tomar por el culo.

            Otra cosa distinta es cuando salen a la palestra otros grupos políticos novedosos como el de Rosa Díez, el de Juan López de Uralde y Rosa Martínez, el de Albert Rivera, el Partido X donde milita Falciani, y también, porque está dentro de este grupo, el de Pablo Iglesias.

            Con estos nuevos partidos, antes de ponerme a vociferar en contra suya, intento ir a la fuente de donde sacan sus ideas, me leo sus programas, analizo sus propuestas y entresaco conclusiones. Y por supuesto, no me creo lo que dicen de ellos El País o El Mundo; y ni mucho menos, La Razón, ABC, TV 13, Intereconomía o Telemadrid. Y los medios de comunicación a los que no mencione, no se salvan de esta medida, antes de que nadie pueda argumentar que tengo favoritismos. De hecho, los más representativos llevan toda la legislatura preocupándose de envenenar todo lo que no salga de los partidos tradicionales, dedicándose con pertinaz contumacia en darnos escusas para seguir votando a los mismos caciques que llevan sojuzgando al ciudadano español desde antes de que Cervantes los describiera en su Quijote.

            El tema de PODEMOS es algo que merece una mención aparte por la repercusión mediática que ha alcanzado, por su relevancia en todas las encuestas publicadas y, sobre todo, porque me lo mencionáis tantas veces que ya voy a empezar a pensar que no me leéis nada de lo que escribo.

            De los nuevos partidos surgidos de la crisis –TODOS los que he mencionado, y TAMBIÉN los que me faltan–, lo que me gusta, sobre todo, es que quieren darle una buena patada en el velo del paladar a todos los hijos de puta que nos llevan robando durante estos cuarenta años de democracia. Otros muchos más, durante la época franquista, ya que no podemos olvidar que algunos de los partidos que campan a sus anchas en el hemiciclo tienen sus orígenes en los dirigentes del régimen, son financiados por sus descendientes y por las fortunas que se amasaron gracias al golpe de Estado del treinta y seis y añoran con nostalgia tiempos mejores.

            De los nuevos partidos, me gustan algunas de sus ideas, no todas, pero creo que recuperar la utopía política es un deber obligatorio en este tiempo de pragmatismo mercantil y de sumisión al poder de los mercados. Más allá de esto, soy economista, licenciado por la Universidad de Valladolid y tengo el suficiente capote teórico como para saber, por ejemplo, que una economía como la que dicen los medios de comunicación hostiles que plantea Pablo Iglesias no tiene futuro. Otra cosa distinta es leerte a Vicenç Navarro –su curriculum está en Internet– y el programa económico estructurado que plantea. También puedo leerme el programa económico de Ciudadanos que, independientemente del origen territorial del partido, lo ha hecho un paisano, Luis Garicano, otro con un curriculum sensacional, y no por ello tengo que ser tachado de centralista, conservador o lo que le digan a los de Albert Rivera

            ¿No queréis que hable bien de otros nuevos partidos políticos? En primer lugar, no recuerdo haber hecho o dicho ni una sola proclama a favor de ninguno de ellos en concreto, ni tampoco haber intentado convenceros de que les votéis. En segundo lugar, cuando hago algún tipo de afirmación, ya sea a favor o en contra de algo o alguien, lo argumento, aunque a lo mejor la conclusión devengue en un insulto –justificado según definición de la RAE–. En tercer lugar, argumentar que proponen cosas imposibles es meterlos en el mismo saco que a sociatas y peperos, con la diferencia de que los nuevos todavía no las han incumplido. Y en cuarto lugar, cuando incluyo a alguien en mi lista de contactos, siempre digo que no hay obligación de leerme, que me lo digáis y os saco del reparto, o que me incluyáis en vuestra lista de spam, porque yo en mi columna, como en la vida, hablo de lo que me sale de los huevos.

Alberto Martínez Urueña 26-02-2015

viernes, 13 de febrero de 2015

A carcajadas


            Andaba aquí trajinando con el texto que os iba a mandar esta semana. Algo tranquilo para compensar las rajadas que se me han colado en los últimos tiempos, pero ha sido imposible. He cogido el teclado y casi lo reviento contra la mesa, leyendo las noticias de los últimos días; y con el colmillo revirado que la prosa me ha otorgado, me he tirado a morder con saña, en plan perro viejo y sarnoso. Con más calle de la debida.

            En realidad, la gente que me conocéis desde hace tiempo sabéis que soy un tipo tranquilo que a veces se exalta con ciertos detalles que considera injustos. Normalmente se relacionan con la insana costumbre que tienen ciertos vertederos existenciales con forma humana de querer pisarle el cuello al vecino. Unas veces es para sacarles hasta las muelas sin que rechisten demasiado, en plan monto una crisis económica, reviento las condiciones laborales de los trabajadores y me quedo con todo tipo de beneficios económicos que hayan acumulado con los años. Y les cobro por los sociales. Otras veces, más complicadas de ver pero con iguales efectos para el hígado de quien lo sufre, deriva de la simple necesidad enferma de sacudir hostias para demostrar quién manda aquí, en este patio de vecinas que alguien llamó España. En definitiva, por la mala costumbre que tienen ciertos cabrones de querer demostrar su más absoluta ignorancia al respecto de lo que supone pertenecer a la raza humana.

            Así que me llegan por el aire, en forma de impulsos electromagnéticos, un par de noticias. La primera de ellas, el twitter de la Cospe congraciándose con los enfermos de cáncer en el día Mundial de la enfermedad, y la sabia respuesta (y a lo mejor delictiva, por lo de las nuevas leyes peperas) de cierto anónimo recordándola el cierre de la planta de oncología infantil del hospital de Toledo. Medida que puede ser muy eficiente desde un punto de vista económico, pero para los padres es todo un rejonazo en la nuca. Y antes de que nadie me salte al cuello sobre si es cierto o no lo del cierre, o incluso conveniente para la colectividad manchega, diré que la reacción de estos últimos me ofrece más credibilidad que la ampulosa prepotencia con que los responsables políticos pretendieron salir del paso. Y hasta ahí puedo leer. Por aquello de las leyes.

            Otra de las pomposas gracias con las que han querido engalanarme la semana han sido las declaraciones de la lideresa del PP madrileño. Sí, sí, otra de esas grandes señoras que no saben lo que sucede en su propia casa, como la infanta. En este caso, hablamos de la casa política, con toda la Comunidad Autónoma puesta de largo con la trama Gurtel y ella escaqueándose justo antes de que saltara la liebre. Y dando lecciones a los que se han quedado de cómo hay que hacer las cosas. No es que Mariano me caiga mejor que ella, ojo. También hay que echarle huevos de que te pillen con lo de “Luis, se fuerte”, y no se te tuerza el gesto cuando sales en una pantalla de plasma sin derecho a preguntas para explicar el porqué se te fue el dedo al mandar el mensaje.

            La cuestión. Las declaraciones echando un “poquito” la bronca, así como hace ella, con gracia y salero, a empresas privadas de comunicación por dar cancha a los desarrapados perroflautas de PODEMOS, partido al que acusan de todo lo que pueden en cuanto se descuidan. Entre otras cosas, al margen de llevar el pelo largo, lo hacen por prometer cosas que luego no van a poder cumplir. Yo, cada vez que les oigo con esta carraca, es que me disloco la quinta lumbar a carcajadas. Deporte nacional, lo de incumplir promesas…

            No sé, con el panorama que me ponen sobre el tapete se me quitan las ganas de explicaros historias económicas, como aquella de los bancos que consiguieron que les pagáramos sus deudas a escote. O la de aportar cifras y hechos medianamente objetivos con que respaldar mis afirmaciones. También la de la demostración econométrica derivada de la teoría de los ciclos presupuestarios de cómo unas elecciones a la vista afecta a la planificación de los Presupuestos Generales del Estado. El espectáculo bochornoso que nos ofrece la clase casposa y beligerante de nuestro país hace que cualquier razonamiento sea baldío ante la demostración palmaria y flagrante de que nos toman el pelo y se lo ríen en sus juntas generales. Esa clase política adocenada en sus escaños y representada por ese partido conservador para sus derechos y propiedades y esquilmador de los ajenos –hoy les ha tocado a ellos–, y por una socialdemocracia desfigurada por sus escarceos teoricoprácticos con los poderes fácticos –culo hacia la luna sobre marcha militar–. No me venga nadie, cuando lleguen las elecciones, a contarme sobre el tema del voto útil, los partidos responsables que no hacen aspavientos raros o lo de que es una ínfima minoría los que se ven afectados por los casos de corrupción. Si alguno se salvara de la necesaria quema –metafórica, putas leyes–, no sería de las direcciones de tales familias que, como poco, miraban hacia el tendido cuando llegaban los beneficios de negocios poco controlados y mantenían en el cargo a los matones. No voy a olvidar que las promesas electorales son el aspaviento más usado, caricias electorales que se vuelven tortazos administrativos cuando toca cumplirlos, independientemente de la bocaza que las escupiese. Y ojito con tocarme el voto, porque aunque hay quien me diga que esto no vale de nada, después de tanto tocamiento innoble en las partes bajas, es la única herramienta efectiva y real que me han dejado para decirles que se pueden ir a tomar por el culo. 

Alberto Martínez Urueña 10-02-2015