viernes, 21 de junio de 2013

Educación

            Al respecto del último texto que os he hecho llegar, profundizaré sobre uno de ellos, a mi parecer, el más importante por lo injusto de hacer pagano a quien no tiene culpa de nada y por coartar el futuro de todo nuestro país.
            El intento, una vez más, es demostrar cómo las medidas que se han adoptado en estos últimos años de crisis para lo único que están sirviendo es para arrasar con lo poco dejó que la burbuja inmobiliaria. En concreto, una de las cuestiones más controvertidas es como está afectando a la Educación, la cual, además de estar siendo desmantelada por nuestro querido señor Ministro, está siguiendo derroteros claros y precisos para que el que quiera estudiar reúna el requisito previo de que sus padres sean adinerados capitalistas. Me refiero, evidentemente, a la Educación Pública; la Educación Concertada sufrirá en mayor o menor medida las resoluciones tomadas desde el Gobierno, como por ejemplo la falta de sustitución de bajas laborales hasta los quince días de producirse (imaginaos que, verbigracia, coge la baja el profesor de Matemáticas un mes antes de la Selectividad…), pero otras muchas las podrá ir solventando sobre la marcha como se hizo siempre. Es más evidente aún que las escuelas privadas, que todavía existen aunque no las veáis fácilmente, no sufrirán en modo alguno ese problema. No voy a tocar ni de refilón, porque no merece respuesta, el tema de recortar horas de asignaturas importantes para la formación académica a fin de que entren con calzador las extorsiones de nuestra querida conferencia episcopal.
            Más sangrante resulta el hachazo propinado por nuestro estimado señor Wert en la Enseñanza Superior. En base a la realidad estadística de que en España hay una proporción superior a la europea de universitarios, se propone solucionar ese aparente problema succionando del sistema los recursos para becas y subiendo las tasas universitarias. Es decir, de todas las medidas que se podían adoptar como barrera para limitar en algún modo el acceso a la Universidad, elige aquella que dejará a quienes tengan rentas más bajas sin la posibilidad de cursar esos estudios: toda una demostración de democracia social. Y después del sarcasmo, en mi opinión, creo que cada vez es más complicado defender aquella palabrería barata de que el Partido Popular es el partido de las clases obreras. O quizá sí: quiere garantizar que los obreros de base tengan en sus hijos una adecuada sucesión en sus puestos laborales.
            Se calcula, para los menos avezados en estos temas, que alrededor de treinta mil estudiantes universitarios ya matriculados en sus carreras corren el riesgo de tener que abandonar sus estudios por la imposibilidad de hacer frente a unas matrículas cada vez más caras y con subvenciones geométricamente más exiguas. Dentro de estos treinta mil no se habla para nada de cuáles son los expedientes académicos de ninguno de ellos, lo que me lleva a pensar que ese discurso acerca de la excelencia en la enseñanza, de los mejores preparados y de los alumnos más inteligentes sólo es baba bendita para justificar el atropello.
            Cuando se habla de igualdad de oportunidades, algo que a estos señores opusdéicos, fascistas y defensores a ultranza de las clases sociales y sus fronteras les suena a discurso marxista, hay que pensar en su utilización para quedar bien cuando llegan elecciones. Lo que más me preocupa de todo este asunto es que utilizando la situación de crisis, nos están colando un sistema que, disfrazado de inevitable y unívoco, nada tiene que ver con la crisis ni tampoco con el modelo de Estado que reclama la mayoría de ciudadanos y que defiende la Constitución. Arremetiendo contra todos, según sea el recorte a practicar, han ido culpando uno por otro a todos los estratos sociales y laborales del país de la catástrofe y hundimiento del Titanic español, aprovechando el chocolate del loro y el discurso facilón para ir dando vueltas de tuerca en el garrote vil que tenemos colocados todos y cada uno de nosotros en la nuca.
            La Educación, probablemente el mejor medio para que un país avance social, cultural y económicamente, paga el pato por unos cuantos miserables y cochinos millones de euros. Además de recortar en algo que no sea su propio sillón ministerial, aprovechan para intentar retrotraer este país a la etapa nostálgica que ellos vivieron, de cuarenta y tantos alumnos en clase, asistencia despersonalizada y dejación de los más débiles en la miserable cuenta. Y sobre todo en la que sus estirpes y galones se aseguraban los sillones relevantes de la sociedad en base a unos dudosos estudios sólo al alcance de unos pocos.
            Señor Wert, si hay demasiados universitarios, promueva la I+D+i que se están cargando a la vieja usanza inquisitorial, y de esa manera mataríamos dos pájaros de un tiro: nuestros mejores jóvenes no se largarían espantados a otros países donde se les considera como lo que son y el progreso tecnológico español no se vería retrotraído a los estándares de los años noventa. Pero sobre todo, deje de tratar a la generación más preparada de nuestra democracia como a estúpidos, que ya no cuela.


Alberto Martínez Urueña 21-06-2013

lunes, 17 de junio de 2013

Elección social

            Fue hace varios años ya, cuando la crisis económica que vivimos hoy en día era sólo una mísera quimera que ni tan siquiera se barruntaba, que escribí un artículo sobre los preferibles destinos de la inversión, sobre todo la pública, criticando las políticas que utilizaban el dinero de todos en actuaciones cuya reversión no tenían un impacto apreciable sobre la sociedad en su conjunto, que es la que paga los impuestos. Hoy en día, acuciados por una situación que está dejando a muchas personas tiradas en la cuneta, se antoja más importante si cabe la correcta elección de las prioridades públicas.
            En todas las elecciones que se hacen en la vida hay que tener en cuenta el factor
tiempo. Quiere esto decir que es importante saber cuándo vas a recibir el fruto de tu inversión y la rentabilidad que ésta te va a dar. La primera de estas variables es la más arriesgada a la hora de ser juzgada, sobre todo en una realidad en la que los resultados inmediatos y urgentes priman sobre las promesas a largo plazo. Aquellos encargados de realizar las elecciones tienen un gran incentivo a valorar aquellas medidas en las que la reversión no sea muy apreciable pero sí inmediata; puede esto suponer que al elegir queden menospreciadas ciertas opciones que fueran realmente efectivas en el largo plazo. No en vano, esto ha pasado en nuestro país durante largos años: la burbuja inmobiliaria, no es sino un ejemplo claro de este silogismo que planteo.
            Es realmente importante en la tesitura en la que nos movemos, y aquí engarzo con el texto que recordaba al principio, en el que defendía, no por mí mismo, sino en base a mis estudios de Economía, que las inversiones más rentables son, básicamente, tres: la Investigación y el Desarrollo, las Infraestructuras y la Educación. Estas variables que, erróneamente, tienden a ser consideradas como gasto improductivo, son en el largo plazo las inversiones que tienen una mayor correlación con el crecimiento económico y la satisfacción social. Habrá quien piense que quizá esto me lo estoy inventando, pero hay múltiples estudios, entre otros, alguno que realicé en mi periplo universitario, que demuestran mediante datos irrefutables esta correlación.
            Ahora trasladar estas cuestiones a la realidad que vivimos en España desde hace tantos años, no sólo desde que comenzase la crisis, para ver qué es lo que ha sucedido en nuestra piel de toro. El producto interior bruto de nuestro país se ha ido invirtiendo sistemáticamente en actividades que nada tienen que ver con estas cuestiones, salvando algunos primeros años del socialismo zapateriano en que aumentaron las partidas presupuestarias destinadas a la I+D+i a través de los organismos científicos vinculados al Estado tales como el CSIC, CIEMAT y otros. En todo caso, en la mayoría de años, el porcentaje de nuestra riqueza invertido en estas actividades ha estado sistemáticamente por debajo de los estándares de los países más desarrollados, desoyendo las continuas recomendaciones de organismos sin aparentes tendencias partidarias. En estas recomendaciones queda bastante clara la influencia de estas inversiones con el desarrollo de actividades económicas de alta concentración tecnológica y, por tanto, de alta productividad, unas actividades capaces de hacer de un país un foco relevante en este mundo globalizado.
            Para poder realizar estas actividades de investigación, desarrollo e innovación son necesarias varias generaciones implicadas en el proyecto, y esto únicamente se puede lograr a través de dos vías fundamentales: premiar el esfuerzo investigador de expertos de reconocida valía a través de un reconocimiento social, pero sobre todo, salarial, unido a una formación universitaria y posterior a ésta de gran calidad que nutra todos los organismos encargados de llevar a cabo estas actividades. En nuestro país, lejos de solucionar estos problemas, se ven agravados: por un lado, se establecen cada vez más barreras para el acceso a unos estudios universitarios de calidad, reduciendo al mismo tiempo los fondos destinados a esa educación, y por otro lado, se expulsa de nuestro mercado de trabajo tecnológico a personas sumamente preparadas para realizar estas actividades.
            Por último, como mención, el plano de las Infraestructuras. No es lo mismo, aunque tenga que ver con el cemento y la construcción, burbuja inmobiliaria que Infraestructuras; del mismo modo, no es lo mismo edificios faraónicos destinados a palacios de las artes o de las ciencias, con todos sus gastos de construcción y mantenimiento, que Infraestructuras que sirvan para vertebrar de forma coherente un territorio como la Península Ibérica.
            Todo esto no es fruto de un discurso ideológico, sino de un comentario basado en estudios científicos. Si bien, personas emocionalmente vinculadas a partidos políticos estarán pensando lo contrario, eso no evitará su equívoco, igual que hace quien defenestra una obra de arte porque no la comprende. Una vez tras otra, cualquier análisis que hago de la realidad que nos envuelve me lleva a encontrar, de manera sistemática, responsables de la situación en que nos encontramos, y no son sino los políticos encargados de orientar las elecciones sociales de una comunidad nacional que no se merece a tales ineptos, movidos por intereses que, a los hechos me remito, distan mucho del tan cacareado Interés General.


Alberto Martínez Urueña 16-06-2013