miércoles, 6 de abril de 2011

Casualmente causal

¿Sabéis esta imagen del toro bravo que se encuentra en el redil, a punto de salir al ruedo, con un sujeto del que no se su nombre técnico, dándole puntadas para que salga de mala hostia, más bravo si cabe? Así estoy yo, aguantando el arreón con voluntad férrea, tratando de no decir nada del tema de la política y las elecciones que se nos vienen encima. Intentando no mojarme, por no encharcarme en el lodo entre otros motivos, y con una duda trágica en mi conciencia. No sé si hablar de ello antes de que se celebren, con el resultado aún desconocido (aunque se pueda adivinar con facilidad) para que nadie me acuse de oportunista o algo parecido; o hacerlo al principio, antes de que salgan los toreros al ruedo a dar el paseillo y recibir el baño de multitudes previo a la debacle humana, moral y pública que son los mítines electorales, y alguien me acuse de estar haciendo campaña electoral a favor de alguna de esas ratas. De primeras os diré que por supuesto iré a votar. Creo firmemente que, en una sociedad avanzada, los derechos fundamentales y libertades públicas, como es el sufragio universal, conllevan más una obligación que un derecho real. Por un sencillo motivo, y es la de hostias, cuchilladas, fusilamientos o bombazos que se llevaron los que lucharon por ella, al margen de la dignidad humana machacada cada vez que alzaban la voz. La cuestión es ver de qué manera puedo conjugar esto con mostrar dos extremos: el primero de ellos es, aunque no valga para nada, que se sepa que la política actual me da una mezcla de asco y vergüenza ajena que raya lo paranormal. Que cada vez que sale en la tele esa covacha infame en que se han convertido Las Cortes Generales me suba una arcada a la garganta, me va a acabar provocando algún problema. El segundo aspecto es no caer en esa basura dialéctica que es el bipartidismo, es decir, eso de estás conmigo o estás contra mí, que tan bien se nos da en España (y a la vaca tejana apellidada Bush). Es como en el fútbol, que hay que ser del Barcelona o del Madrid. Y cuando dices que eres del equipo de tu pueblo, siempre hay algún gilipollas que te mira con cara de indulgencia equina y mirada de disculpa obispal. Me sale la gracia torera cuando el entrenador del Tottenham llora diciendo que claro, cómo van a pelear en un partido de tú a tú con el Madrid, que tiene los jugadores que tiene. Se lo digo fácil, señor Redknapp: dejen de pagar al fisco de su país trescientos millones de euros, euro arriba o abajo, y así podrán dedicarlos a fichar incluso a la madre que le parió. Claro, que a lo mejor en los países de verdad eso está mal visto. Pero lo de hoy iba de otra cosa. Del mismo modo que cuando sale el barbas en algún foro de esos de mirar a la peña con cara de pena, o su acólita madrileña, esa gran señora de andar por casa que provoca mi diarrea bucal, se me saltan las lágrimas, cuando se trata alguno de la otra banda de forajidos, me pasa algo parecido. Pero claro, con una diferencia, y es que dentro del ideario económico y social me encuentro algo más cerca de unos que de otros. En la teoría. Sí, ya sé que la economía está como está, que el ZP se lo ha cargado todo y esas tonterías simplistas válidas para el que se las quiera tragar. Da la casualidad, que se acerca mucho a la palabra causalidad, de que en época de crisis, da igual el Gobierno que se encuentre en el poder: le llueven palos como estacas de encina centenaria. Si no, mirad a ver qué ha pasado en Alemania y a la señora que les dirige en las últimas elecciones. Y ésta, con sus ideas económicas, está más cerca de la derecha que de la izquierda. Es decir, da la casualidad de que la causalidad indica que con crisis, no importa ideología: al Gobierno se le zurra y punto, sea quien sea. Esto nos lleva a que, o bien tienen la culpa todos, y da igual la ideología, o no la tiene nadie, y da igual quien nos gobierna. Pero claro, como estoy en contra de ser o del Barça o del Madrid, aquí me pasa lo mismo: hay tanto de uno como de otro. No es qué de igual, porque entonces debates como la ley del aborto, la del matrimonio homosexual o la de la memoria histórica no habrían levantado tanto revuelo. Pero en temas importantes, es decir, lo de tener que comer todos los días, necesitar una casa donde meterse para dormir y algún otro, creo que las cosas se acaban difuminando mucho, y que al final hay un señor Botín, un señor Ortega y algún otro que mandará más que ellos que controla el cotarro y que no quiere que se le revuelva el corral. De todas formas, hace tiempo dije que lo más importante en estas cosas es el acervo cultural. Mientras aquí en España esté bien visto defraudar a Hacienda, las cosas se muevan a base de enchufes con el beneplácito implícito de todos, envidiemos al rico que no da un palo al agua y toda esa sarta de iniquidades humanas, naturales por un lado, pero que machacan a un pueblo, seguiremos igual. Y mientras PP y PSOE tengan una base de votos de ocho millones y pico hagan lo que hagan y digan lo que digan, emporcando la escena pública hasta límites insospechados para cualquier señor feudal, tendremos casi veinte millones de responsables borregos entre nosotros. Eso sin contar a los avaros y codiciosos que cambian de principios según les llegue el viento. Y todo este veneno, sin llegar a las elecciones. Imaginaos dentro de un mes.
Alberto Martínez Urueña 6-04-2011

Comparaciones 2011

Aquí estamos de nuevo, una semana más. La actualidad ha venido estos días realmente cargada de cuestiones de esas que me hacen recapacitar, y que no viene mal de vez en cuando sacar a colación. Estas semanas suelen ser raras, porque lo complicado no es encontrar un tema interesante, sino elegir cuál de ellos pasar por el editor de texto, y además hacerlo de una manera medianamente novedosa, de manera que aporte una visión diferente a la que se puede leer en otros medios. Podría ponerme a hablar nuevamente de Gadaffi y su patio de juegos, de la fiesta de luces y colores que tienen en Fukushima, del caso Faisán… Hay un poco de todo, pero lo más sangrante es lo de la liga esa de fútbol, que quieren quitar el partido en abierto para solucionar las deudas que llevan acumulando desde los años ochenta. Hace falta echarle valor para hacer argumentos de ese calibre moral, sólo al alcance de gentuza de la peor calaña; es decir, presidentes de fútbol, de grandes empresas y otras alimañas del desierto. Pero no van por ahí los tiros, no me da la gana entrar en el círculo mediático global. Hoy va de comparaciones. O más bien de no hacerlas. No voy a hacer comparaciones fáciles de esas de que en Occidente no tenemos problemas reales (porque les tenemos, muchos y que machacan a mucha gente), que los problemas reales son los millones de niños que desaparecen (uso esta palabra de manera literal, y no metafórica) en el tercer mundo por el hambre. La simplicidad es demasiado fácil, pero caer en el simplismo no me apetece lo más mínimo, y argumentarlo es demasiado cansado para el momento en el que estamos. Además, hay cosas que son incomparables, creo yo. Me viene la cuestión de la radio, esa maravilla olvidada y vilipendiada, marginada cual pobre en La moraleja, donde intervino ayer mismo un hombre contando las miserias que ocurren en África. Supongo que después de lo que explicó, al presentador se le hizo bastante complicado seguir con el programa por otros derroteros. Historias tales como la mortandad por inanición en Sierra Leona, los niños soldados de Uganda, el SIDA en Sudáfrica y otras más light como los bancos de pesca de sus costas esquilmadas por los europeos que previamente habían arrasado las suyas, con las consecuencias de dejar en el paro a tanta peña que aquí nos daría vértigo (y eso que tenemos un paro del veinte por ciento, que por otro lado, no se cree nadie). Pues eso, no hago comparaciones fáciles, porque son cosas que no se pueden comparar. Como si el señor Florentino y otros bucaneros no tuvieran problemas porque se ha destapado la tomadura de pelo a todos los españoles (incluidos los madridistas, a los que sólo me une una parada de metro por la que paso todos los días) de mantener una deuda con Hacienda que permitiría reducir ese déficit fiscal del que tanto cacarean en Europa. Cada uno tiene sus problemas a su escala, y dependiendo de la cifra que se utilice, pues son más o menos importantes. Si comparamos los millones de euros que dejan de ingresar los clubes de fútbol por el dichoso partido en abierto con el dinero que deja de cobrar un pescador de Namibia por la explotación pesquera de barcos del primer mundo, es obvio que por cuantía es mucho más importante lo del fútbol. Las comparaciones son odiosas, desde luego, y no quiero hacerlas. Además, si las hago, a ver cómo cargo luego con insultar a una madre que se deja pegar por su hijo de cuatro años; luego me tendría que comparar yo mismo con algún desalmado que insulta a las mujeres. Claro, es muy complicado criar a un niño en este mundo nuestro y no se me ocurriría hacer demagogia con lo complicado que tiene que ser en Sierra Leona. Allí las cosas son más simples, más simpáticas incluso, y mucho menos agobiantes. Allí las necesidades de los niños son claras: tienen que comer, y punto. Sin embargo, en España tenemos que comprarles la consola a los cinco, el ordenador a los ocho, el móvil a los diez, y a los catorce hacer caso omiso de lo que hacen para evitarles traumas de marginación por no dejarles hacer botellón con sus esbirros y dejar un parque como si hubieran pasado unos mercenarios libios. Además, ¿qué saben en esos lugares, o en otros como Asia, de lo complicada que es la vida política en Europa, sobre todo en este país de arcabuceros y corsarios dirigidos por expertos sátrapas (segunda acepción del diccionario)? Allí lo tienen mucho más fácil, saben que hay cosas que se hacen y otras que no se hacen, y nunca dudan a qué partido votar. Aquí lo tenemos complicado, entre la P de unos y la P de los otros, se nos confunden sus discursos (en el fondo, exactos entre sí), todos tienen historias dantescas y no son de fiar. Eso sí que es complicado, no lo de los norcoreanos, que no tienen ni que andar pensando a quién votar. Hoy sí, hoy me he vuelto loco. Hoy estaba cansado de recibir felicitaciones en plan de “¡qué bien les das caña, Alberto!” por cosas que realmente sólo valen para llenar telediarios. Esto va, porque si, por un casual se os ocurre hacer comparaciones, fijaos en los tiempos (medida objetiva) que dedicamos en prensa, noticiarios y otros medios de poder como las tertulias de los bares a unas cosas y a otras de las que os he hablado, y a ver qué os hace pensar. Sólo por si acaso se os ocurre confrontarlo.
Alberto Martínez Urueña 31-03-2011